La maleta del bandido

La concha fina no teletrabaja

Una imagen del Mercado de Atarazanas en Málaga.

Una imagen del Mercado de Atarazanas en Málaga. / Javier Albiñana

Hay verdades actuales como la del teletrabajo. Todo el mundo aspira, sea o no funcionario, a sentarse en pantuflas delante del ordenador con el cafelito de casa, no aguantar al jefe, ni tener que buscar una excusa para ir al Corte Inglés a la hora del desayuno. Dicen que esta legitima aspiración mundial ha encontrado un enclave de privilegio en Málaga. Desde los países nórdicos para abajo han ido proliferando los trabajadores de la barba de los tres días. Y la ciudad tiene un color diferente.

A los que todavía no le hemos encontrado el gusto a quedarnos en casa, porque como ya dijo el gran Antonio Gamero, “como fuera de casa en ningún sitio”, buscamos la luz y no el ordenador. Y en esas andanzas recalamos en uno de los bares de mayor empaque que no es precisamente virtual. Está en las tripas del Mercado de Atarazanas, y responde a un nombre que siempre suena celtibérico como es El Yerno. Esa institución que junto a la suegra, dan gloria al chascarrillo familiar y a la tertulia del café de los que trabajan cara a cara.

Y en ese templete, donde el marisco nos mira solo protegido por la vitrina y la dieta para no que no nos comamos todo, reina la concha fina. Muchos enterados hablarán de la gamba costasoleña, del bolo, del búsano o cañaílla. Pero a los vagabundos de la buena vida nos apasiona ese pequeño molusco que parece de segunda, pero que digiere llevar dentro todos los paseos de la mar cercana.

Lo bonito de la capital boquerona es que los internautas tienen una barra real, sin digitalizar, donde se tira cerveza casi como en Madrid, hay un pizarrón de vinos para gastarse los jurdeles. Y entre erizos y cigalas, animarse a la lavar la camiseta del teletrabajo.

Desde luego quien no lo hace es la concha fina. Y esa es verdad eterna.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios