Almería-levante

Ni la Santísima Trinidad lo resucita (1-4)

  • Como si ya hubiera asumido que el descenso es su destino, un equipo sin garra ni fe pierde sus constantes vitales Club y plantilla piden sin parar a la afición, y a cambio la recompensan con un partido ridículo y vergonzoso

Por suerte, el parón de la pasada semana sirvió para que la pésima sensación de la primera parte de San Mamés no estuviera ya en la mente ni de los jugadores ni de los aficionados. Hubiera sido difícil motivar a la gente tal y como lo ha hecho el club después de ver la desidia galopante y la falta de argumentos para afrontar este tramo decisivo de la temporada.

Como cada vez que se le ha pedido algo a la afición, aunque el equipo no responda con resultados, ellos apoyan y ponen su grano de arena. Para que la playa siguiera manteniendo su Q de calidad, no se podía fallar otra vez más en casa. En este caso, ante el Levante. La presencia de Alfonso García en el entrenamiento del jueves, la pancarta de Grada Joven el viernes, la paella de Milhojas en el mediodía de ayer para caldear el ambiente... Todo estaba preparado para que el Almería cumpliera con su deber de una vez por todas: ganar un partido importante en casa. Una final, como la plantilla repite cansinamente, aunque hasta ahora las hayan afrontado como simples pachangas.

La sanción de Thomas y la necesidad de experimentar en un centro del campo que no estaba respondiendo como gustaría, hizo que JIM le diera la primera oportunidad a Azeez. El nigeriano, casi inédito este año, ya hizo un gol que valió media salvación la temporada pasada ante el Betis. Había que agarrarse a cualquier clavo de esperanza. Ganar jugadores por nuestra afición, Sí se puede... No estaba lleno el Mediterráneo, harto de tanto disgusto. Pero los sufridores de siempre pusieron pancartas, cantaron el himno, aplaudieron a rabiar para contagiar de optimismo.

Con humo de bengala en la zona de preferencia, por culpa de unos cuantos indeseables hinchas valencianos que mejor harían quedándose en su casa, arrancó el partido de la necesidad. Sin mucho juego, y por supuesto sin comerse al Levante y meterlo en su campo como se le presuponía a un equipo que se jugaba media vida, los de Alcaraz entraron cómodos y mejor situados. De hecho, el primer remate entre los palos fue de Barral, perro viejo de ésos que saben buscarle fácilmente las cosquillas a la defensa almeriense.

El gaditano empezó a ganar balones por alto en todas las disputas y sus compañeros se fueron creciendo. Thievy por su cuenta, Hemed que no tenía una para rematar, carreras en solitario de Silva hacia ninguna parte, primeras entregas falladas... Curiosa forma de afrontar una final. Es fácil escribir porque se hace a posteriori, pero el primer gol visitante se veía llegar. Lo que no se podía imaginar es la falta de actitud de un Almería, que ni presionaba, ni estaba bien situado, ni se estaba dejando la vida. Con todos lo que se escucha en las ruedas de prensa, parecía mentira que el Levante tocara y tocara, el Almería mirara y mirara, y Barral rematara solo en el punto de penalti. Alfonso, ¿que no es un milagro salvarse? Es más fácil que Jesús resucite un Viernes Santo que lo hagan los de JIM.

Si con el 0-1 la afición se comió todos los demonios y no pitó confiando en que el Almería se sintiera herido en su orgullo, lo que vino a continuación desesperó hasta a los que no les guste el fútbol. El Levante se daba satisfecho ya con el 0-1 porque sabía que era imposible que el rival le remontara. Ni quería salir de su campo hasta que el Almería se empeñó en seguir siendo caritativo. Bueno, caritativo tampoco, mejor tonto. Nadie sabe sacar el balón, Julián lo regala, el equipo estaba ni se sabe dónde y Morales envía al equipo a Segunda. No, Morales no, JIM y sus propios hombres son los que están empeñados en abandonar la máxima categoría. Una lástima, pero la realidad es que sin actitud ni juego, esta plantilla merece quedar donde la Liga la va a poner.

Como tristemente es normal porque Juan Ignacio no confía en sus hombres de banquillo, fichajes de invierno entre ellos, la segunda parte sólo fue una larga y soporífera agonía hacia la muerte. En las ruedas de prensa de la semana se escuchan tópicos de dejarse la vida y demás promesas guerreras, todas incumplidas, pero también en todo momento el técnico se ha mostrado conforme con su plantilla y la actitud de todos.

Curioso visto lo visto y con casos tan inexplicables como el de Espinosa. Hasta el buen rollo y el gran vestuario con el que todos se han llenado la boca hasta la saciedad quedó en entredicho cuando Ximo Navarro fue sustituido, hizo un gesto feo hacia el banquillo y se marchó hacia la caseta. Dos nuevos goles de Barral, la expulsión de Dubarbier, el piscinazo de Thievy que acabó en penalti... el martirio se lo había ganado muy merecidamente el equipo y lógicamente no se ha ganado el honor de ser santo. No toda la carne resucita.

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