Crónicas desde la ciudad

Regreso a los orígenes

  • El siglo decimonónico comenzó sin grandes cambios políticos ni territoriales –aunque sí un ligero repunte de la economía- ya que Almería seguía perteneciendo al Reino de Granada

Archivo Municipal “Adela Alcocer”

Archivo Municipal “Adela Alcocer”

En días feriados, un año más somos fieles a la anual cita con los lectores de Diario de Almería, el periódico más audaz para el lector más inteligente, valga el eslogan popularizado por la antañona y emblemática La Codorniz, la revista satírica (dentro de un orden) de nuestros años mozos. 

Al inicio de la semanal serie de contraportadas en el cuadernillo, la lógica impone la cronología como método a seguir. Retrocedamos por tanto a los albores del XIX, más de dos centurias atrás. El siglo decimonónico comenzó sin grades cambios políticos ni territoriales –aunque sí un ligero repunte de la economía- ya que Almería, en su conjunto geográfico actual, seguía perteneciendo al Reino de Granada a la espera de tiempos mejores para su conversión en provincia de pleno derecho, con capitalidad y todo el aparato administrativo que el hecho jurídico conllevaba. El Trienio Liberal (1820-1823) fue ese momento propicio para comenzar la nueva andadura; iniciativa abortada con el regreso al poder del despótico Fernando VII. Tuvimos que esperar a 1833 para que significados próceres –con Francisco Torres Marín a la cabeza- alcanzaran la ansiada meta. 

Los ediles solicitaron a la Corona la concesión de una Feria a celebrar durante agosto

El marqués de Aigremont regía en 1806 el Consistorio, bajo cuyo mandato y tras votaciones de un restringido censo vecinal de Almería y sus arrabales de Huércal y Viator proclamaron patrona a la Virgen del Mar. Aunque no sería la causa religiosa la primera y más importante de la argumentación empleada, los ediles, aprovechando “que el Tajo pasa por Toledo”, solicitaron a la Corona la concesión de una Feria a celebrar durante el mes de agosto. Corría 1806. La ¿boyantía? económica, la abundancia de agua y pastos, las ¿buenas? comunicaciones interiores, el que los agricultores se hallaban desembarazados de las tares agrarias comunes a la fértil Vega y que sería más fácil cualquier transacción agropecuaria; además del dicho patronazgo (junto a San Indalecio) fueron las razones esgrimidas. 

Soslayados problemas de fechas con Tabernas y Huécija, Carlos IV rubricó el ansiado placet vía Chancillería de Granada. Naturalmente, previo pago de los derechos y tasas que marcaban las ordenanzas regias. 25 de septiembre de 1807 es la fecha a recordar, ya que ella se fijaron los cinco días feriados en la segunda quincena de cada mes de agosto. Sin embargo, tal feria de ganados y mercadería no se llevó a cabo con la celeridad deseada. La presencia de las tropas napoleónicas en la provincia de Jaén determinó la paralización festiva y cualquier actividad comercial. Pero ello ya escapa a este primer artículo. Los interesados en la historiografía local disponen de impagables documentos en el Archivo Municipal “Adela Alcocer” (AMAL)

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