Premio Planeta 2018

Un Planeta de sagas y dinastías

  • Santiago Posteguillo y Ayanta Barilli, ganador y finalista, respectivamente, del LXVII Premio Planeta, ofrecen un primer acercamiento a las novelas vencedoras

Los escritores Santiago Posteguillo y Ayanta Barilli, vencedor y finalista del Premio Planeta, respectivamente.

Los escritores Santiago Posteguillo y Ayanta Barilli, vencedor y finalista del Premio Planeta, respectivamente. / Efe

En una primera mirada, pocos puntos se encuentran en común entre el viaje hacia la búsqueda de la propia identidad que propone Ayanta Barilli y la novela histórica de ascenso e intriga política con la que Santiago Posteguillo se ha alzado como ganador de la LXVII edición del premio Planeta. Ni siquiera, finalista y vencedor se parecen a la hora de diseccionar sus obras ante la prensa. Tan certero y preciso el autor de Yo, Julia; más dispersa y emocional la creadora de Un mar violeta oscuro. Sin embargo, existe una premisa de la que parten las dos novelas premiadas en Barcelona: la saga, la dinastía, bien como objetivo a perseguir o, sino a destruir, a transformar.

Julia Domna -la heroína de Posteguillo- supo leer la partida que se juega entre los años 192 y 197 de nuestra era. No, no se trataba de una lucha por el imperio, era la creación de una dinastía el verdadero fin. Y en Yo, Julia el ganador del premio Planeta relata cuánto cuesta y hasta donde se está dispuesto a llegar, o no, por ello, a través de la historia de la emperatriz más poderosa de Roma. “Desde hace muchos años ya existían mujeres que le daban mil vueltas a los hombres y lo que me parece una injusticia es que se hayan ocultado las historias de estos personajes femeninos. Yo me rebelo contra eso”, defiende el escritor valenciano al que no le tiembla la voz al afirmar que estamos antes su “mejor novela” ya que ha conseguido rimar “estructura y contenido” de una manera “muy sólida”, decide.

Si Posteguillo mira hacia los albores de la creación de una dinastía en un acto de justicia histórica, Ayanta Barilli hace el mismo camino para comprenderse y, en cierta manera, también para rebelarse contra el destino. Maridando ficción y realidad, la hija de Fernando Sánchez Dragó se sumerge en Un mar violeta oscuro para aplacar una herencia maldita de temporales que sufren mujeres de cuatro generaciones diferentes de una misma familia y desatados por dos motores que se repiten en cada caso, “la elección de hombres equivocados, inadecuados y, en algunos casos, hasta peligrosos” y “el padecimiento de una enfermedad, el cáncer de mama”. La última mujer de esta saga familiar, que arranca a mediados del siglo XIX y que llega hasta nuestros días, realizará una inmersión en su propio pasado para, finalmente, romper con esta maldición. “Me gustan los finales felices”, adelantaba la escritora y periodista.

Dos historias de empoderamiento femenino que, según defienden sus autores, no llegan a las estanterías “ni por moda, ni por conveniencia”. “Ni siquiera he pensado en que sea una necesidad social, lo he hecho porque este gineceo es un cofre cerrado que, sin embargo, encierra una fuerza extraordinaria”, argumentaría Barilli; “aunque cuando escribimos no nos podemos abstraer de lo que nos rodea, el artista tiene su propia evolución y crecimiento y, en mi caso, poner cada vez más el foco en mis novelas en personajes femeninos ha sido algo muy natural porque lo que yo he intentado en mis obras es contar la historia de personajes muy destacados pero cuyas vidas no hayan sido muy noveladas, era lógico que esta búsqueda me llevara al encuentro de cada vez más mujeres”, detallaría Posteguillo.

Esta en concreto, Julia Domna, es para el autor de las trilogías de Escipión y Trajano tan potente “que como a la mitad de la novela el lector ya no tendrá la sensación de estar leyendo una historia de romanos, sino la novela de Julia, y estará intrigado y preocupado por ella, por su destino”, anhela con pasión Posteguillo que, sin embargo, reconoce del potencial de Roma en sí misma “como un grandísimo personaje”. No en vano, vuelve a él una y otra vez, y con gran éxito de crítica y lectores. “La panoplia de recursos dramáticos que ofrece Roma es muy amplia: tienes traiciones, carreras de cuadrigas, gladiadores, envenenamientos, intrigas, estrangulamientos… Roma ofrece todo”, acierta el filólogo que en cada obra intenta mantener el equilibrio entre la intriga de la historia a relatar y la ambientación histórica, siendo consciente de que “en la novela histórica la ambientación es tan poderosa que se come a cualquier otro en la teoría piramidal de géneros”.

La debutante Barilli tuvo otra preocupación diferente en su obra, “poner en orden” las “diferentes voces” de esas cuatro mujeres que nadan en Un mar violeta oscuro para componer el andamiaje narrativo de su novela. “Estaba completamente obsesionada con la estructura de esta novela. Desde luego, no podía ser lineal porque tenía un batiburrillo en mi cabeza por culpa de sus voces, así que opté por hacer una especie de puzle donde presente y pasado se entremezclan a través de unas bisagras literarias”, confesó la escritora que utiliza a la cuarta mujer, ella misma se entiende, como narradora de la historia.

En Yo, Julia, sin embargo, y en contra de lo que pudiera sugerir su título, no es la voz de la protagonista el hilo conductor de esta historia donde Julia se enfrentará a cinco poderosos enemigos. Es un, ¿amigo?, Galeno, médico de gladiadores y emperadores, “el hombre que va a cambiar la medicina”, quien se erige como “un preciado narrador/testigo” ya que “al ser un intelectual” puede dar “una valoración muy especial sobre lo que está haciendo Julia”.

Mujeres poderosas, mujeres débiles, que se equivocan, que aciertan, que forjan imperios, que perpetúan patrones, que acaban con ellos… Mujeres creadoras de sagas y dinastías. Con todo lo que conlleva. Así también se hace un Planeta.     

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