La UDA ha conocido diferentes etapas a lo largo de las dos últimas décadas. En la acaso más aldeana, la del cinturón apretado y patadas al diccionario, el negociador vendía Almería al jugador de turno como un destino ideal para jugar al fútbol, un lugar amable y agradable, como si fuera un catálogo turístico. El discurso de la promoción personal funcionó durante las temporadas en Primera. Varios jugadores catapultaron sus carreras y la entidad cerró algunos jugosos traspasos. La actual, la del jet privado, el empleo del inglés con traductor/a y la prensa rosa, no se parece en nada a aquellas. La climatología, con 3.600 horas del sol al año, y todos los años, la escasa presión ambiental y mediática, y la tranquilidad provincial no han cambiado. Son el decorado perfecto, el envoltorio deseado para descansar. Almería ha pasado a ser un destino apetecible, pero por otras razones. Muy exigente pero ambicioso, por la ambición y el músculo financiero de su nuevo propietario. Un territorio abonado para jóvenes talentos sin sitio en Primera, pero con hambre de gloria y para veteranos con afán por recuperar su espacio en la máxima categoría. La presencia de Morlanes y Ager Aketxe, y aquellos otros que faltan por llegar y llegarán, se ajusta a ese contexto. El primero, centrocampista de 21 años, ya ha jugado en Primera, tiene partidos en Europa League y ha sido internacional sub-19. El segundo, con cinco más que el maño, tiene una amplia hoja de servicios con experiencias en todas las categorías y a nivel internacional. Ha crecido en una familia muy futbolera y lleva los genes de su padre, Isaac, un buen pelotero en la década de los 80. Y su hermano, Isaac, delantero muy bragado y cotizado en 2º B, militará esta temporada en el UCAM Murcia a las órdenes de José María Salmerón.

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