Todo comienza, se desarrolla y muere. La Liga no lo es menos. Restan seis jornadas para que se baje el telón, pero ciertamente la competición acabó hace tiempo para los rojiblancos. En un chiste de pésimo gusto, lo asumo, la UDA descenderá a Segunda si no es capaz de ganarle este sábado al Getafe del nijareño Pepe Bordalás, y será el primero... que desciende a Segunda. El equipo perderá la categoría y ahora lo que no sería nada conveniente es que pierda la cabeza y el rumbo. Los descensos, como las destituciones en el caso de los entrenadores, son algo consustancial en el fútbol con las excepciones del trío formado por Real Madrid, Barça y Athletic. Los unionistas se han movido en las últimas dos décadas en la noria de sensaciones encontradas de la alegría del ascenso y la desazón por la caída a la División de Plata. Lo que se impone es aprender de lo que se ha hecho mal y pelear por volver a la élite con ciertas garantías en una categoría con cuatro jornadas más y con muchos jinetes y pocos caballos, tres, donde arrancar bien es fundamental, aunque no definitivo. El equipo ha sido un invitado de la LFP y en Segunda ha de ejercer de gallito al ascenso directo, con humildad y sin soberbia porque cualquiera te puede vacunar. La plantilla arrancó mal, ha continuado por el mismo sendero y se ha fagocitado a tres técnicos. El descenso es la consecuencia esperada y más lógica a su pésimo rendimiento. El equipo no ha salido de los puestos de descenso en todo el curso cuando en su regreso a Primera, en la campaña 2007/08, no los pisó en ninguna jornada, con Unai Emery. El equipo tenía mucho menos dinero y jugadores con menos caché, pero el orgullo y hambre que les ha faltado a muchos figurines que han mal vestido los colores del club en muchos partidos.

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