Carta del Director/Luz de cobre

Agua, poder y guerras

Las guerras por el control del agua están por venir y serán habituales en las sociedades del futuro por la escasez

Recuerdo con tristeza mi bautismo de fuego en esto del periodismo. Aún estudiaba la carrera y en uno de los pueblos de la provincia, no es cuestión, volver a poner de actualidad un acto violento, se produjo un asesinato. Por sorprendente que parezca, al autor no se le ocurrió otra cosa que ensartar con una orca de mover estiércol al agricultor que osó con cortar el agua (meter la compuerta) un minuto antes de que el reloj marcara la hora. El que tenía el agua, ni corto ni perezoso, cogió el instrumento de trabajo habitual para limpiar las cochineras y los corrales y clavárselo en el estómago al valiente que, con reloj en mano, desconozco aún los motivos, se atrevió a que el agua dejara de manar para sus tierras un minuto antes. Fue la primera información que publiqué en un periódico. Aún hoy guardo el recorte, que no pasó de media columna, pero que para mi fue mi ablución en esto del periodismo y que aún hoy recuerdo con estupor, por lo cruel de la información, aunque con el cariño que merece ser la primera vez que mi nombre figuraba en una información periodística. Hacía segundo de carrera.

Viene toda esta historia, algunos pensarán que queda muy lejos, a los problemas que en la sociedad, sea cual sea la época en la que vivimos, genera el agua. Es un bien fundamental y su uso y gestión ha causado mucho dolor, graves disturbios y guerras abiertas por su control. Lo que sucedía allá por los años ochenta es común hoy. Incluso aquellos gurús que pronostican cuál será el futuro de las sociedades del futuro hablan del control del líquido elemento como causante de muchas trifulcas, mucha sangre y graves adversidades.

No quiero, ni pretendo, ser agorero. Pero si tengo claro que las escaramuzas que padecemos en esta tierra, donde el déficit hídrico es un problema endémico, no es ni más ni menos que la punta del iceberg que se nos avecina. Y digo esto por la situación que se ha vivido en las últimas semanas e la Comunidad de Regantes Cuatro Vegas o las dificultades que se están viviendo en la Junta Central del Usuarios del Poniente para elaborar unos estatutos en los que todas las partes estén de acuerdo.

Es hora de sentarse, de dibujar sobre el papel las reglas de juego sobre las que debe asentarse el futuro más cercano, en los que la sequía y la escasez será la que domine el paisaje. Reglas de juego en las que ninguna de las partes esté por encima de las demás y en las que el reparto equitativo, justo y a un precio razonable, sea la meta a alcanzar. Todo lo demás sólo traerá desolación, enfrentamientos y crisis que va a ser difícil de gestionar en la medida en la que la escasez sea el escenario sobre el que se asiente la distribución. Aquí no valen criterios simplistas y, ni mucho menos individualistas. Un recurso limitado debe ser tratado y gestionado con equidad, con distancia y sin la pela como argumento.

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