La Almería de Sánchez Zabaleta

En la provincia de Almería ha encontrado un filón para desarrollar su refinamiento estético

El carácter de lo almeriense es único y personalísimo, existe una concordancia pavorosa entre el ser de sus gentes y la naturaleza despojada de su paisaje. Lo genuinamente estético en Almería remite a una abstracción formal muy depurada, seca y lacerada. No es de extrañar que un artista como Sánchez Zabaleta, que transita los caminos más poéticamente esencializados dentro del realismo contemporáneo, hecho de silencios profundos y graves, de lugares desiertos o abandonados, se haya fijado en los múltiples desiertos de Almería, en sus rincones más modestos y callados, sujetos a los vientos de bellísimos olvidos, donde los vacíos remiten a un pasado cercano que forja los sueños de sus pobladores, en una materia de volátil transparencia y en territorios abrasados por la luz en sequedad extrema. La pintura y poética del pintor se ha adaptado aquí con natural facilidad a la representación de un paisaje interior y exterior de abstracta simplicidad, que nos da información de una vida pasada o presente sin necesidad de mostrar a sus gentes. Los objetos, muebles y estancias, o incluso los huecos y ventanas abiertos al paisaje del desierto nos hablan de los pobladores, de la huella del hombre sobre el territorio. Es Sánchez Zabaleta un poeta que se mueve en los realismos influenciados por la estética y alargada sombra del magisterio de Antonio López y los realistas madrileños, pero a diferencia de aquellos ha sabido moverse de su entorno más cotidiano y buscar en otros lugares la inspiración poética que su sensibilidad le demanda. En Almería ha encontrado un filón para desarrollar su refinamiento estético, su búsqueda de planos y arquitecturas muy abstractas que alumbran composiciones muy depuradas, muy sabiamente construidas. Los desiertos de Tabernas o Sorbas, con sus viejos cortijos abandonados que muestran las vidas de un pasado reciente, abiertos a vistas con análogo carácter, o la soledad de los objetos encontrados, arrojados sobre el plano de una mesa acariciada por la luz en una suerte de bodegones "a lo divino", tan incardinados en la gran tradición española del bodegón místico, a lo Sánchez Cotán o zurbaranesco, le han proporcionado una materia inagotable para su inspiración; han salido a su encuentro de una forma tan lógica, tan natural, que parecía inevitable el idilio. El pintor ha encontrado aquí, inexorablemente, el colmo de sus ansias y búsquedas estéticas, la materia básica de su diálogo con el lugar más depurado, revestido de una unción casi mística, maravillosamente poética.

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