El medio y el ambiente

Almería inventa

A pesar de lo bueno que es inventar, en determinados puestos lo mejor es aplicarse cada uno a sus obligaciones

Una de las tardes más bonitas que he disfrutado en mi vida, fue un verano de fin de semana madrileño en familia, merendando en el Café Gijón. Lo traigo a colación porque hace unos días practicando el juego del cambio de canal me encontré con un representante de la Junta en Almería, hablando -como casi todo el mundo hace ahora- de las cifras asociadas al bicho que nos martiriza.

Dado que yo siempre he tenido asociado el Café Gijón a las tertulias y, a que en Preu don Pascual -afortunadamente- me hizo leer La Colmena, en cuanto oí al preboste declarante decir que (no sé de qué aspecto de la enfermedad que nos preocupa hablaba) "las cifras se están negativizando", me acordé de: don Pascual, Cela, el Café Gijón, la ya dicha merienda y, ¿cómo no? de Martín Marco, el inventor de palabras de La Colmena.

El invento de "ese palabro", que decía mi amigo Isidro, demuestra la imaginación que siempre hemos tenido los almerienses, en particular y sobre manera, y los españoles en general, para salir airosos de todos los trances malignos que a lo largo de nuestra larga historia hemos padecido, y que algunos padecemos aún, de tipos tan variopintos tales como: sociales, políticos, desgracias atmosféricas, económicas, abandono de las administraciones foráneas, así como ser la única capital de provincia española que no tiene estación de ferrocarril, entre otros. Por lo tanto, en lugar de proponer que se le interne durante unos días en la célebre "Cárcel de Papel" de La Codorniz, propongo que le hagan un reconocimiento público a su mérito como inventor imaginativo y que imparta seminarios, cursillos, cursos y hasta másteres, no sólo privados, sino también públicos: de la más alta categoría académica, dirigidos sobre todo a gerifaltes, regidores, mandamases, políticos de todo signo, asesores de todos ellos (con ese colectivo nada más, ya tiene garantizados un buen número de alumnos) y, sobre todo que la entidad organizadora consiga que se los puedan pagar, con cargo a las partidas que imagino tendrán previstas en sus presupuestos para gastos de formación del personal, para que después no haya problemas de facturación y, los alumnos apliquen en sus organizaciones correspondientes lo aprendido. Para terminar, sencillamente recordar que a pesar de lo bueno que es inventar, en determinados puestos de trabajo lo mejor es aplicarse cada uno a sus obligaciones, y dejar los inventos para otros, porque ya nos apañamos nosotros con el vocabulario que tenemos, y ellos que se dediquen a su verdadera misión, que están cayendo chuzos de punta. A pesar de todo, muchas gracias.

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