Andrés Delgado, memoria del espacio

Su proceso creativo se basa en la interiorización del paisaje, que proyecta en sus lienzos

Estos meses de claustro, alejado del taller de Fernando Barrionuevo y de sus reflexiones a través de su obra, me he detenido en un artista plástico canario, oriundo del Valle de Güímar (Tenerife), Andrés Delgado. Un autor que lleva más de tres décadas enraizado en Madrid, cuya obra ha sido expuesta, tanto con carácter nacional, como internacional.

Sus trabajos siempre han estado marcados por la memoria insular que, desde lo inmediato hacia lo universal, transita los conceptos poéticos y artísticos, en un viaje sin retorno que busca en la memoria la materia del paisaje. Quizás, es por ello que su mirada sirve a modo de cámara fotográfica. Experimenta el paisaje, se funde en él, dialoga y aborda el lienzo en blanco como una tabla de salvación de la historia intangible que se desata en las sienes, del legado inmaterial del ser humano que se torna en forma y color sobre el paño vertical que amenaza con volcar.

Estas dos últimas semanas han sido muy intensas, donde me han permitido adentrarme en la obra de Andrés Delgado, uno de los pintores y escultores canarios más significativos del momento, de mano de su viva y lúcida voz. Y donde nos hemos adentrado en el universo artístico más próximo del pintor y escultor. Hemos recorrido la memoria del espacio a través de su obra, desde sus inicios hasta aterrizar en sus últimas series: "Piedras", 2019, y "Transformación del espacio", 2020-2021. Su proceso creativo se basa en la interiorización del paisaje, que proyecta en sus lienzos y en los que establece un diálogo interior entre el artista y el alma de la materia y de los materiales. Una lucha que acaba cuando el lienzo adquiere la mayoría de edad y emprende su propio camino. Su proceso creativo se inició a través de cuadros con volúmenes, siempre muy matéricos, y evolucionó hacia la escultura. Iniciándose en el bronce, buscando texturas volcánicas, hasta llegar a experimentar con el barro y conseguir esta serie que alcanza el punto de parecer gres, que se quema y se transforma en piedra volcánica. Como si, por un momento, las sacásemos de los cuadros o de los barrancos y se expusiesen aparte. Sus obras abordan cómo el paisaje es capaz se transformar al ser humano más allá de su condición, más allá de su residencia, más allá de sus fronteras. Desengranando un universo conceptual que pervive a través de su mirada, que busca siempre el momento preciso, el lugar adecuado, para convertir en imperecedero el instante, la fugacidad del ser, la memoria.

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