Athletica Vaticana

No le faltarán capellanes a una asociación sostenida en los altos valores del deporte, con atléticas zancadas vaticanas

Correr -de cobardes es no intentarlo-, además de poner en forma el cuerpo, eleva el alma. Tal debe ser una de las razones principales para que en el Estado de la Ciudad del Vaticano se constituya, por primera vez, una asociación deportiva, "Athletica Vaticana", tras un acuerdo entre la Santa Sede y el Comité Olímpico Italiano. No se trata, entonces, de un grupo que queda para entrenar carreras populares, sino que tiene como presidente, por aclamación, a un monseñor maratoniano, y español, Melchor Sánchez de Toca, subsecretario del Consejo Pontificio de Cultura. De la asociación forman parte curas, monjas, miembros de la Guardia Suiza y distintos profesionales y empleados del Estado Vaticano, que han debutado ya, con manifiesta acogida, en una competición benéfica. Los orígenes del equipo oficial de atletismo de la Santa Sede, con camiseta amarilla, son los encuentros de muchos de sus miembros en carreras por la ribera del Tíber, a partir de esa complicidad natural y espontánea que surge entre quienes se cruzan corriendo. Pero cuenta además como miembros de honor con refugiados, inmigrantes y atletas con discapacidad. El objetivo no es llegar a las Olimpiadas, aunque Don Melchor, como conocen los atletas a su presiente, diga que: "Es algo casi imposible, pero sería tan bonito desfilar en una ceremonia de inauguración y estar en la villa olímpica... sería un sueño».

No le faltarán capellanes, entonces, a esta asociación que se sostiene en los altos valores del deporte. Uno no menor es el del sacrificio, ya que, como se recoge en un documento del Vaticano, las personas que practican deporte están familiarizadas con aquel, se someten a la disciplina y la concentración para mejorar las habilidades necesarias, con un programa estructurado -los entrenamientos-, y aceptan la dificultad, la derrota y el desafío.

Si bien el deporte, principalmente el que se práctica como hábito cotidiano, procura equilibro, bienestar y salud. Asimismo inspiración, sin que para ello tengan también las musas que hacer kilómetros, porque las entendederas se airean, la imaginación se recrea y las buenas ideas vienen a la cabeza. Y a las recompensas mayores, como la elevación del espíritu, se unen los agasajos más sencillos y mundanos, como la debida hidratación, entre compañeros de camino, con un par de cervezas… sin alcohol.

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