Lo sabía. Me lo esperaba. Lo "barruntaba". Estaba tardando mucho. Cuando "se me mete algo en la cabeza", sólo tengo que esperar. Y así ha sido. Todo empezó un día charlando con un subdelegado del gobierno, que me confesó que los subdelegados no son, ni mucho menos, iguales a los Gobernadores Civiles. Éstos sí que tenían atribuciones, y ese cargo sí que era bonito. Al salir de la reunión, ya iba yo distraído pensando en la conversación, y me decía: Ignacio, no le des vueltas a la cabeza, porque esa casa siempre ha estado limpia. El que el general durmiera allí en una ocasión, no quiere decir que dejara virus, o similares, que puedan durar tantos años. Y hoy, he encontrado la solución, al leer que el actual presidente del gobierno ha superado la marca de número de decretos por año. Cuando vivía el general, nunca tuve clara la diferencia entre un decreto y una ley, pues ambos contenían lo que él quería que contuvieran. Después, con la Constitución, ya sí lo tuve claro. Y ahí viene mi problema mental: yo observé que el presidente empezaba a hacer decretos, y ya con la pandemia, para qué vamos a hablar. Hasta escribí algo en estas páginas. Era automático: cada vez que me enteraba de un nuevo decreto, me venía el general a la cabeza. Hasta que la fastidiamos del todo y me vino a la cabeza "lo del contubernio judeo - masónico", momento en que me dije: "ya verás, ya verás". Y así ha sido: me acabo de enterar que el presidente ha dicho algo así como que "los que tienen parné", que decía Carlos Cano, están haciendo algo para entorpecerlo en su trabajo. Vamos, yo he entendido, que hay por ahí un contubernio dedicado a hacer lo mismo que el general daba a entender cuando le echaba las culpas de algo al contubernio judeo - masónico. Y como, cuando estoy desocupado, me gusta elucubrar, pues he llegado a la conclusión de que en un plazo corto, cuando hablemos de dinero para las desaladoras o los trasvases, surgirá "la pertinaz sequía", y veremos por nuestras carreteras las célebres pintadas hechas con cal en las curvas pidiendo más agua y más árboles. Y eso ni me gusta, ni me apetece lo más mínimo. Sobre todo, por lo que respecta a los jóvenes, que se están cansando de ver lo que estamos haciendo con su futuro, que ya es el presente de muchos. Además, nunca me ha gustado en un adulto que ande buscando chivos expiatorios. En todo caso, cuando tenga identificados a los conspiradores, que lo haga público.

*Título copiado del artículo de igual título publicado por Paco Umbral, en El País el 15 MAY 1988.

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