El medio y el ambiente

Candados para bicicletas

Siempre me han gustado las bicicletas. Yo creo que lo único que echo en falta de actividad física es poder pasear en bicicleta

Siempre me han gustado las bicicletas. De hecho, yo creo que lo único que echo en falta de actividad física es poder pasear en bicicleta y disfrutar de las sensaciones. Y después de esta afirmación, echo mano del recurso fácil: son sensaciones indescriptibles.

Mi última (y segunda) bicicleta la estrené con unos 18-19 años, momento en que sin que hubiera coche en mi casa, no sé por qué, me la compré plegable, ya que entonces su mejor argumento de venta era que la podías llevar en el maletero del coche. Con ella me iba casi todos los días -entre semana- desde la calle Dr. Gómez Ulla al aeropuerto: ¡vaya con la cuestecica del Merendero Los Ángeles!. La tenía ¡como los chorros del oro! Y hasta llevaba bombín, una caja de parches azules que se vendían en aquella época, y una llave plana que servía para todo. Bueno, pues hace unos días caí en la cuenta de que nunca me compré ningún artilugio para atarla. A veces nos distanciábamos, no por lo de los 2 metros de ahora, sencillamente porque parábamos y yo entraba en algún lugar, pero ella se quedaba en la calle.

Me acordé de todo esto el otro día cuando, paseando un poco por mi calle, me crucé con una señora que llevaba un cochecito de bebé, pero que en este caso era de dos plazas. Ante la alegría que me produjo ver ese presente y ojalá bendito futuro, miré y de pronto me dí cuenta que la señora llevaba un cable atado a su muñeca y al asa del cochecito. Aunque las suposiciones son peligrosas por atrevidas, pienso que no hay que ser un lince para deducir que es un mecanismo antirrobo del vehículo.

Es de las ocasiones en que se puede maldecir un invento y su necesidad. Si el avance de la sociedad va por la línea de tener que fabricar chismes para evitar el tirón de un cochecito de bebé: ¿dónde estamos?. Parece ser que estamos en una magnífica sociedad occidental, para más señas "miembrA" de la UE, con una magnífica enseñanza pública, cuyos maestros y profesores de todos los niveles se han desvivido por seguir enseñando a sus alumnos unas materias actualizadas, porque al ritmo de nacimiento que tienen las leyes de educación, a ninguna le da tiempo de quedarse desfasada.

La primera razón por la que en Holanda no amarran las bicicletas es porque están educados en esa costumbre. Mi generación, y yo incluido, teníamos esa educación. Y ahora que hemos avanzado hasta el más allá, no sólo hay que amarrar las bicicletas, sino que hay que amarrar el cochecito de los hijos yendo la madre guiándolos: ¿hacia dónde y cómo tendrán que guiarlos esos padres en esta sociedad tan magnífica?.

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