República de las Letras

Ceuta en el corazón

Casado se reunió días antes con el partido que defiende la anexión de Ceuta y Melilla a Marruecos

También en lo ocurrido en Ceuta se han retratado la derecha populista y la extrema derecha fascista. Ambos son populistas, pues, según su propia definición de lo que es populismo, han dicho lo que su gente quiere oír: que la culpa es del Gobierno y de Podemos, y que Marruecos, o sea, los moros contra los que lucharon el Cid y hasta el mismo apóstol Santiago -llamado Matamoros-, nos invaden. Eso suena bien a los oídos de los que pondrían una fragata en el Mar de Alborán para hundir cuantas pateras y cayucos asomaran por el horizonte. Todo muy básico. Primario. Pueril. Muy español -español de bien, se entiende-. Habrá causado sonrojo a algunos de derechas que Casado se posicionase en contra de los intereses de su propio país y de parte del sátrapa Mohamed VI. La culpa de lo ocurrido se la han echado a Podemos -¡lástima, ya no está Pablo Iglesias!-, cuando desde hace siete años, antes incluso de su acceso al Parlamento, se sabe que ese partido apoya las resoluciones aprobadas por la ONU desde 1958 hasta 2020, todas ellas proclamando el derecho a la soberanía y a la autodeterminación del Sáhara Occidental. Casado, por el contrario, se reunió días antes de la crisis con el partido marroquí que defiende la anexión de Ceuta y Melilla a Marruecos. Como siempre, el único fin de esta derecha cobarde, ruin y miserable que tenemos ha sido aprovechar lo de Ceuta para desgastar al Gobierno. Es decir, un nulo sentido de Estado y un anteponer sus intereses electorales a los de España. Tal y como han hecho durante toda la pandemia. Tal y como hacen siempre. Quiero referirme, por último, a los que dicen que para evitar estas cosas habría que regular el tráfico migratorio. ¿Y por qué no lo hacen? Regular es reglar, normalizar, someter a norma, no prohibir ni reprimir. Pues no lo hacen porque para regularlo hay que retratarse. Los empresarios tendrían que declarar qué hacen, cuánto, cuándo y cómo lo hacen. Y, claro, eso es declarar cuánto ganas con ello y cuánto tienes que tributar. Además, equivale a acoger contingentes legalizando sus situaciones: jornales según convenios, derechos sindicales, de vivienda, educación...; seguridad social, pensiones, seguro de desempleo... ¿Sigo? Así que regular el tráfico migratorio puede ser para el contratista negrero, evasor de impuestos y poco respetuoso con los Derechos Humanos un arma de doble filo. Mientras tanto, Ceuta en el corazón.

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