Carta del Director/Luz de cobre

Colapso en urgencias

Hay que dar un voto de confianza a los profesionales sanitarios y a aquellos que los dirigen en la provincia

La salud, como bien más preciado, está siempre en el ojo del huracán. Las cosas se pueden hacer razonablemente bien y, a pesar del esfuerzo y el trabajo, siempre habrá alguien descontento, molesto, maltratado o atendido de forma deficiente. Sirva esta introducción para situar las denuncias sindicales y de particulares en la última semana sobre el servicio que prestan las urgencias de nuestros hospitales. Las imágenes que todos hemos visto parece que no dejan lugar a dudas de que las cosas se pueden hacer mejor, y con seguridad que puede ser así. Sin embargo, no creo necesario mancillar el trabajo de los trabajadores sanitarios y, ni mucho menos, el de los gestores de la sanidad pública.

He vivido, posiblemente en más ocasiones de las que hubiera creído necesarias, la vida en las urgencias de un hospital. Y les puedo asegurar que el trabajo, el trato, el cariño y el esfuerzo de todos los que allí trabajan es posible que no se pueda pagar con otra cosa que no sea el reconocimiento, la dignificación y el emponderamiento de la prestación de un servicio vital para la vida. No olvidemos que estamos a las puertas del invierno, una época en la que el número de enfermos se dispara, aunque bien es verdad que la mayoría no requiere hospitalización. Si es cierto, que cuando percibimos cualquier patología lo más socorrido y rápido es una visita a urgencias. Y llega el colapso. Un colapso que si lo miramos desde el punto de vista sindical, empeñados en más y mejores contratos siempre será extremo. Un colapso, que si lo observamos desde aquellos que gestionan los servicios, se reduce prácticamente a la nada y no va más allá de lo habitual en estas épocas.

Sea como fuere y entendiendo que en el término medio está la virtud, lo cierto es que no debemos rasgarnos las vestiduras más allá de los necesario; no pretendemos llevar la reivindicación al paroxismo y tampoco, claro está, hagamos un seguidismo de las bondades del servicio que se presta como si no fuera, que lo es, supuestamente mejorable.

Unas urgencias que se precien debe ser un servicio dinámico, activo, en ocasiones caótico, pero siempre bajo el hilo conductor de la coherencia, la gestión y el buen hacer. Y en eso, con seguridad, están los responsables sanitarios del hospital Torrecárdenas de Almería. Y la prueba más evidente de que es así llega días después de la denuncia con la vuelta a la normalidad de un servicio complejo e imprevisible, en el que te puedes pasar horas en una cotidianidad rayando el aburrimiento como zambullirte en un frenesí diabólico, en el que por momentos puedes tener la sensación de que el control se te escapa de las manos. Demos pues un voto de confianza, como siempre hemos hecho a los profesionales y a aquellos que los dirigen recomendarles prudencia, paciencia, aguante y pelear por la constante mejora.

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