Carta del Director/Luz de cobre

Criterio, responsabilidad y certeza contra el virus

Hemos dejar a un lado tanta superchería y curanderos de redes y aferrarnos a la veracidad de la medicina y la información

La pandemía de coronavirus nos ha embestido en un mundo dominado por la mentira, bajo el dominio de la posverdad. Un término acuñado en 2010 por el bloguero David Roberts, y que define con claridad que vivimos en una época caracterizada por el fomento de las emociones, muy fácilmente manipulables por las redes sociales. Tal y como recoge el articulista de La Vanguardia, Antonio Puigverd "es por ello que, sin desdeñar el duelo por los muertos o el sufrimiento de los enfermos, es preciso recordar que la verdad es una de las víctimas de la enfermedad que nos abruma". Algunos atribuyen la frase a Esquilo y otros a un senador estadounidense. "La primera víctima de la guerra es la verdad".

Cómo será de grave la situación en la que nos encontramos, que hasta he visto en las últimas semanas que algún gobierno autonómico e incluso el estatal ha alertado de una situación que crea alarma entre la población y eleva el nivel de estrés, ya muy alto, que padece la ciudadanía confinada en sus casas desde hace ya cuatro semanas. A través de las redes sociales, cualquiera que ustedes usen, o los seudo diarios digitales creados sólo con el objetivo de servir a un amo determinado y concreto, revolotea como las moscas en la miel con todo tipo de falsedades sobre la COVID-19 y sobre la gestión que el Gobierno central, el autonómico, los provinciales o los ayuntamientos están llevando a cabo. Cada día recibo en mi correo, en cualquiera de los grupos de Wasap en los que estoy o de particulares -se sorprenderían ustedes de algunos de ellos y quienes lo remiten- todo tipo de conspiraciones judeomasónicas sobre el origen del virus, curas milagrosas y curanderos cercanos a Merlín dispuestos a ofrecernos toda su sapiencia para acabar de un plumazo con el bichito. Y claro, con un miedo tan libre y tanta necesidad de creer, no les extrañe que muchos ciudadanos de buena fe los hagan suyos y hasta pongan en marcha cualquiera de los miles de remedios caseros con los que curanderos de tres al cuarto tratan de hacer su agosto en tiempos de dificultad. Frente a todo esto, el único remedio posible, cierto, real, tangible es la serenidad que el periodismo serio, con rigor, creativo y veraz ofrece. No hay otra vacuna contra la efervescencia de las redes y el amarillismo, cuyo único objetivo es confundir y obtener beneficios y réditos políticos y económicos provocados por la confusión. Nos hemos zambullido de lleno en un mercado persa, en el que los pícaros florecen como los tulipanes en primavera. Es hora de que nos aferremos a la verdad, como la única arma -además de la investigación médica- de vencer la pandemia que nos asola y de la que parece que, con el criterio, la independencia y el rigor científico vamos a ser capaz de salir. Alejemos cuanto podamos a los nigromantes, visionarios y toda esta ralea, que sólo buscan dinero fácil llegado del dolor y la muerte

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