Recuerdo que de pequeño, a partir de los 9 años, mi padre me mandaba al kiosco de Juan Bonillo a comprarle, todas las semanas, las revistas “El Ruedo”, genuina revista de toros, y “Dígame” de toros e información varia. Un par de años después, empecé a ver los toros en la televisión que Mario Torres ponía en el escaparate de Bazar Almería, en la esquina de Dr. Gómez Ulla, junto a La Flor de la Mancha. Y aunque veía a don Antonio Ordóñez, y me gustaba, “me hice” de Curro. ¿Hace falta que añada Romero? En esa misma época, oía la expresión: “a mí con que me des tu palabra, tengo bastante”, y me explicaron que “la palabra vale más que una escritura”. Me gustó aquello. Y pasado el tiempo, “me hice” de Morante. Se ve que era mi sino. Así que soy currista, soy de Morante y respeto la palabra empeñada, como si fuera una Escritura firmada ante Notario. Ahora, a mi edad, me he enterado que a lo de pasarse la palabra dada por …, se le llama cambiar de opinión. Y así, parafraseando a Marx, el genuino, Groucho, gracias entre otras cosas a que el gobierno cambia de opinión con harta frecuencia, “surgimos de la nada, y hemos alcanzado las más altas cotas de la miseria.” O sea, que en aquellos tiempos, y en aquellos ambientes, en que la palabra empeñada valía, a este señor que con tanta frecuencia cambia de opinión, alguien le habría dicho ya, aquello que también aprendí en aquella época: “que su palabra vale menos que la escritura de un bujío”. P.D. Para P.T.P.

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