TODO  en la vida es cíclico. De ahí la maldición de Sísifo que metaforiza el destino de lo humano, de lo brotado entre el humus de un planeta que orbita cíclicamente sobre un sol que sin prisa ni pausa se balancea, nunca alocadamente, dentro de una galaxia regida por leyes acaso exactas, cautivas de sabe dios qué energías, con una movilidad métrica inconmensurable, solo fantaseada. A quién no le llamó la atención, alguna vez, la obstinada fluctuación de los ritmos circadianos que periodifican, entre amaneceres y noches, vigilias y sueños, estaciones y calendarios, los apetitos biológicos entre los que nos engendran, nos crían y crecemos para, algún día, volver al polvo del que surgimos. Hasta la historia dicen que se rige por vaivenes efímeros. Que el declive de los imperios, desde el mesopotámico al americano, y todos los demás, no son sino pespuntes de algún sino. Como las oscilaciones climáticas, que van alternando desiertos con edenes, según el milenio que se revise. Como la salud y la pena, el hambre y la saciedad, el amor y la rutina: todo cíclico, todo periódico. Así que igual que al esfuerzo le sigue el desmayo y al trabajo el reposo (si no hubo explotación y se cosechó fruto), a mi pulso fatigado le acecha ahora, tras diez meses asomando la plumilla por el rincón, un respiro de ocio desfatigante (voz histórica que prefiero a la académica defatigante, que, no sé, me suena más a pócima laxante o algo así). Pero no. El descansancio escribidor al que aspiro no es muscular, ni intestinal, claro que no: es una desfatigancia del énfasis circamediático, de puro libertinaje sensorial y mental, un tiempo estival, para abandonar lo intuitivo a su aire, con los afectos esparcidos entre familia y amigos, la imaginación revigorizada entre el jolgorio de nietos que sonrían más de quinientas veces al día y te inviten a participar con ellos en todas ellas. Un reto que, como comprenderán, teclado en mano y descargando ante una pantalla ocurrencias que no se sabe quién leerá, si es que se leen, la cosa como que no casa. Son afanes y propuestas antagónicas por más que se compadezcan entre sí cuando concurran con otras alternativas estacionales. Así que ahí se queda quien alguna vez me honró con su lectura, dicho sea con cariño y agradecido, aunque sin pena, porque quien suscribe hace mutis hoy por el foro, y se despide quien sabe si hasta que refresque o, por si acaso, hasta siempre. 

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