Carta del Director/Luz de cobre

Encrucijada política

Basta de soldadas huérfanas. Abramos la autopista de la lógica, para alcanzar la meta que añoramos y que está ahí

La gobernabilidad del país es hoy más difícil que antes de las elecciones del domingo pese al preacuerdo PSOE-UP. Los comicios, lejos de despejar el camino lo han complicado, si cabe, un poco más. Instalados en el cortoplacismo y el tacticismo más obsoleto y trasnochado, los grandes partidos no ven más allá de pasado mañana. No son capaces, espero que lleguemos a tiempo, de visualizar una España en la que quepamos todos, sin estridencias, a la vez que aparquemos a un lado las diferencias para centrarnos en aquello que nos une. Todos los caminos que conduzcan a salidas de tono, estridencias, desacuerdos o luchas por el poder, serán vistos por nuestros enemigos como signos de debilidad. No están los tiempos para mostrar carencias y, ni mucho menos, apostarse en individualismos viejunos, cuando lo que se vislumbra son sociedades abiertas, prácticas y capaces de avanzar en la línea ascendente que los ciudadanos demandamos.

Las amenazas que penden son tan alarmantes y latentes que no logro entender como aquellos que realmente tienen la capacidad de revertir las cosas, se alejan de los estados de lucidez necesarios para afrontar de forma directa, sin ambages y tapujos, las soluciones que la sociedad demanda. Instalados en el yoismo y a la espera de que el adversario mueva ficha, el país lleva tres años encapsulado, con rupturas para respirar, que sólo la fortaleza de una sociedad acostumbrada a vivir sin paracaídas te permite en momentos puntuales. Y es que a pesar de tanta traba y de un espectáculo esperpéntico, que en los libros de historia se estudiará como una de las etapas más lúgubres de la política española, los que jugamos el partido continuamos haciendo crecer al país a un ritmo sostenido superior al 2%, mejorando la imagen de la marca país y situándonos como uno de los referentes internacionales en esperanza de vida, sanidad pública o receptores de turismo, por poner algún ejemplo. Quizá, y atendiendo a esa orfandad instalada e incrustada en todos y cada uno de los poros de nuestra piel de país, hemos sido capaces de aprender a vivir en solitario, atendiendo tan sólo los murmullos o los latidos de nuestros corazones.

Y eso, que en un principio puede considerarse como sinónimo de independencia y libertad, a la larga genera sentimientos de despego y desprotección y acaba por generar depresión. Depresión de sentimiento de país, depresión por echar de menos interés por lo que haces y nostalgia de aquellos tiempos, pasados que creemos de forma errónea que fueron mejores sin ser ciertos, pero que afloran una y otra vez como la lava ardiente de un volcán, arrasando todo cuanto encuentra en su camino. Basta de soldadas huérfanas. Abramos la autopista de la lógica, de la necesidad y del compromiso para alcanzar la meta que añoramos y que está ahí. Sólo hace falta creer en que es posible.

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