Laurent y las pinturas negras

La restauración de Cubells fue mucho más respetuosa de lo que nos han dicho

En agosto de 1874, el fotógrafo francés Jean Laurent tomó registros de las catorce pinturas murales de la Quinta del Sordo por encargo de su entonces propietario, el barón y banquero francés Emile d'Erlanger. El aristócrata hizo el encargo de las fotografías porque, a continuación, había encomendado a Martínez Cubells, restaurador del Museo del Prado, el arranque de las pinturas de las paredes y su traslado a lienzo, ante el tremendo deterioro que ya tenían entonces, apenas cincuenta años después de haber sido ejecutadas por Goya. Terminado el proceso, d'Erlanger las mostró en primicia en París, en la Exposición Universal de 1878, y en 1881 las donó al Museo del Prado. Desde que se descubrieron las imágenes de Laurent, primero por los positivos existentes en papel y después por las digitalizaciones de los negativos de cristal realizadas por el Ministerio de Cultura en 2009, la historiografía ha incidido en la "desafortunada" intervención de Cubells, lamentando las pérdidas de pintura ocasionadas en el proceso de strappo y postulando grandes zonas repintadas por el restaurador. Para ello se han comparado las pinturas en su estado actual con las imágenes de Laurent, haciendo en ocasiones un visionado incorrecto de estas últimas, sin considerar el brutal deterioro de las pinturas y las condiciones técnicas en que se tomaron las fotografías. Ante la oscuridad de las salas donde estaban, Laurent tuvo que usar lámparas de carbón alimentadas por pilas para iluminar las pinturas de una forma rasante o frontal, nunca desde arriba y a cierta distancia. Esta iluminación teatral junto al deterioro de las paredes, que incluye grietas, desprendimientos y suciedades pegadas encima, impide ver con claridad cómo eran las pinturas en origen. Por eso hay que mirar con mucha cautela estas fotografías. Los supuestos pajaritos a los que mira el Perro en la foto -que hoy no están en la pintura- es posible que sean desprendimientos, agujeros o manchas del muro; desde luego no parecen pinceladas goyescas para definir unas aves en vuelo. Y la pretendida hierba donde hunden sus piernas los paisanos del Duelo a garrotazos probablemente sean surcos de la pared acentuados por la luz rasante; lo correcto -por tanto- es quizá lo que vemos hoy, un lodo que los aprisiona. Todo apunta a que la restauración de Cubells fue mucho más respetuosa de lo que se nos ha querido vender y que, probablemente, las Pinturas Negras que hoy vemos son prácticamente iguales a las que estaban en los muros de la Quinta.

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