Periodistas fake

Lo fake es ver de continuo a periodistas pontificando sobre temas de los que no tienen ni puñetera idea

Fake es un término inglés que se traduce literalmente como falso o mentira. Su uso prolifera desde hace un tiempo, cada vez más, en distintos ámbitos políticos, informativos y digitales, en redes sociales y similares. Responde, entre otras cosas, a la tontuna de una sociedad que para lucir un ficticio universalismo y una pose de modernura absolutamente impostada y patética, acude siempre al uso del idioma colonizador en detrimento de su lengua materna. Estamos por tanto, qué duda cabe, en el ámbito de los gilipollas. En los últimos tiempos hay toda una escuela de periodistas endiosados obsesionados con el esclarecimiento de la "verdad", bien de motu propio o por encargo de instancias más elevadas, obsesionadas con neutralizar al enemigo. Son los que usan compulsivamente la palabreja en cuestión para tachar o denigrar determinadas informaciones del contrario y, desde la altura de su poderío arrogante, de su impostada infalibilidad, hacen de jueces que dictan un veredicto inapelable. Conviene recordarles, para desmontarles de un plumazo su tontuna y su ficticio cotarro, el pasaje del evangelio Jn 18. 37-38, donde por boca de Poncio Pilato surge la sentencia acaso más valiosa de todas las Escrituras. Cristo le dice que ha venido al mundo "para dar testimonio de la verdad" y Pilato le responde escepticamente : "¿La verdad? ¿Qué es la verdad?". Ahí está la cuestión. Nadie está plenamente legitimado para dictaminar la verdad de las cosas, de las informaciones, para el caso que nos ocupa. La raíz del problema reside, una vez más, en la necedad. De la estulticia surge toda arrogancia y ambas son, sin duda, los pecados más graves y notorios del periodismo contemporáneo. Lo verdaderamente fake es ver de continuo a periodistas informando y opinando-pontificando sobre temas de los que no tienen ni puñetera idea y, además, estando plenamente convencidos -en su exaltada y vanidosa mismidad- de su enorme valía y estatura intelectual y de que están prestando un gran servicio a sus desinformados y confundidos congéneres. Este endiosamiento nace también del papel que una sociedad tonta y sus representantes públicos les ha otorgado, elevándoles a un estatus de trascendencia, necesidad e importancia, absolutamente infundado. Mientras tanto, los verdaderos sabios en las diferentes materias y disciplinas, abrumados por tanta pirotecnia de la estupidez colectivizada, permanecen discretamente con la boca cerrada.

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