Postfilosofía

Al verdadero filósofo no le preocupa mucho el instrumento para pensar, lo que le preocupa es pensar bien

Tras una conversación con mi amigo Robert Wiydn se ha hecho palpable para mí dos cosas: que la filosofía no está de moda sino que algunos filósofos son populares en los medios de comunicación; y que el público no docto en la materia no sabe distinguir el libro de autoayuda del libro de filosofía, ya sea didáctico o ensayístico; es más, tampoco sabe discernir entre la filosofía propiamente dicha o la pseudofilosofía. Hay por tanto una gran confusión. Pero a la vista de lo acontecido yo no voy a defender ni a criticar a ninguno de estos. Aunque si me gustaría mostrar mi visión al respecto. Ninguno de los géneros anteriores tiene porque suponer una amenaza o peligro en la comparación con la filosofía académica. El pensamiento, en cualquiera de sus formas, siempre enriquece. Lo que si puede suponer una amenaza es el establecimiento de ciertos argumentos que no son conducidos por profesionales. Esos pueden crear o una deficiente formación o conceptos mal estructurados. Y esto no va en contra de la libertad o la creatividad en el pensamiento sino que solo cuestiona la mala gestión y las consecuencias del mismo. A la hora de creer las verdades de estos géneros es conveniente visionar el currículo del autor. Al verdadero filósofo no le preocupa la forma de pensar en voz alta sino que lo que le preocupa es el hecho de pensar bien, a modo de ciencia del pensamiento -que dijo G.Bueno-. Rorty llamó Postfilosofía al momento presente, por ser el de la filosofía autobiográfica, aunque yo no estoy de acuerdo y tampoco me gustan mucho las palabras que empiezan por Post. Para mí la Postfilosofía podría ser este presente como presente de fragmentación, donde lo académico se ha autoencerrado en si mismo, y donde surgen simultáneamente voces de diferente grado y nivel fuera de lo académico. Esa fragmentación no es buena ni mala; supone un proceso de cambio. Pero el consumidor debe ser precavido ante estos desniveles; y debe ser exigente. Elegir a profesionales garantiza la ausencia de deformación en las ideas. Y con eso soy tan estricto como en la política. Un cargo público que no ha estudiado ciencias políticas, para mí, no hace política sino que se dedica al adoctrinamiento. Pues el filósofo, humanista, o pensador, deben pasar también por la facultad lo suficiente como para que su trabajo no sea pobre sino rico. Después que elija el género que le venga mejor.

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