Carta del Director/Luz de cobre

Quinta ola de COVID, tropezamos de nuevo

Por más que nos empeñemos en taponar o en soterrar las vías abiertas, el patógeno sale triunfante si le das cabida

Los proverbios están ahí porque se cumplen. Y en estos tiempos de pandemia, no me negarán que aquel que dice que "el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra" se ajusta como los guantes negros de satén que un día, por exigencias de un guión, Rita Hayworth se puso en su camerino, y cuando se los quitó delante de las cámaras, aquella actriz de cabello flamígero se convirtió en Gilda para siempre.

La quinta ola nos invade como un tsunami arrasa la costa mar adentro, porque nosotros se lo hemos permitido al virus. Y no es porque desconozcamos las consecuencias, experiencia ya tenemos sobrada, sino porque la inconsciencia de casi todos, -no es necesario generalizar-, se ha instalado entre nosotros con la misma fuerza y con las mismas garras que la variante Delta del virus se contagia entre los incautos humanos. La COVID-19 va siempre por delante. Por más que nos empeñemos en soterrar o en taponar las vías abiertas, el patógeno sale triunfante a poco que le des cabida. Es verdad, es innegable, que las vacunas están haciendo su efecto. El número de fallecidos, incluso el de enfermos en las unidades de cuidados intensivos o ingresados, son sensiblemente menores a los que teníamos antes de comenzar la inmunización de grupo.

Pero conocidos los datos parece más que evidente que aún no basta con las vacunas. El proceso, por más que nos duela, se alarga con consecuencias sanitarias todavía hoy imprevisibles y económicas de enorme calado.

Lo extraño, por más análisis sesudos que se pueda hacer, es que suponiéndonos seres humanos racionales, inteligentes y, sobre todo, con capacidad de almacenar en nuestra memoria recuerdos, emociones y dolor, se abra la veda de las restricciones y vayamos en manada, como si no hubiera un mañana en la búsqueda del desenfreno, cuando lo que nos encontramos es al patógeno acechando en la puerta, nada más abrirla. El empeño de los humanos en fastidiarla una y otra vez, tropezar y volver a tropezar, no debe responder a los cánones básicos de inteligencia que se supone en los homínidos.

Algún gen extraño debe llevarnos de forma constante a equivocarnos. Comprensible si nos ayuda a no volver a caer en el error. Pero que seamos conscientes de las consecuencias que tiene el virus entre nosotros, lo que va a suceder a poco que la normalidad se instale entre nosotros y retomemos la cotidianidad y que caigamos una y otra vez en el agujero, es para profundizar y encontrar el lugar de nuestro cerebro que nos lleva al punto de la "idioticia".

Quinta ola campando a sus anchas y aquellos que se contagian, la mayoría jóvenes, mantienen sus formas de vida y, para colmo, te miran mal si osas advertir de los riesgos. Piedras hay muchas. No sigamos tropezando. El virus acecha.

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