Carta del Director/Luz de cobre

Sociedad infantilizada

Llevábamos tanto tiempo confinados que la apertura ha sacado lo peor de nosotros mismos

El coronavirus toma estos días de nuevo la iniciativa en la provincia. Los rebrotes se suceden. Parece que se aplican las medidas adecuadas, pero lo cierto es que la sensación que se percibe desde fuera es que estamos a un paso de un nuevo confinamiento, aunque sea parcial y en zonas determinadas. Tengo la sensación, y ahí coincido con el escritor Antoni Puigverd que una "especie de destino catastrófico nos persigue y nos arrastra hasta el precipicio".

La alegría que se percibió en las calles cuando superamos todas las fases y volvimos a lo que se llamó "nueva normalidad", que por cierto ya no se ve por ninguna parte, nos ha llevado a dar lo peor de nosotros, con preocupantes muestras de inconsciencia y frivolidad que, lo mires por donde lo mires, no tiene ningún sentido ni razón de ser.

Las causas son variopintas: Llevábamos tanto tiempo confinados que la apertura ha sacado lo peor de nosotros mismos. Es como si se hubiera perdido el miedo al virus y la costumbre de vivir con él, de compartir la vida con el bicho, sea una realidad que nadie niega. ¡Que Dios nos coja confesados!. Puede que la cosa no tenga solución y este sea el camino que nos espera en los dos años, mínimo, que vamos a tener que convivir con la COVID-19.

La política populista de los líderes de países de nuestro entorno es posible que pueda alimentar la fortaleza de los ciudadanos que entienden que el goteo permanente de casos, de ingresados en los hospitales y fallecimientos sea un mal menor que hay que soportar

Mis coincidencias con el escritor catalán llegan al extremo de compartir sus opiniones en torno a lo que él llama "una sociedad infantilizada, a la que se le ha negado la posibilidad de entender la distancia que va de desear una cosa a conseguirla, no se le puede pedir contención o conciencia de la gravedad de la pandemia".

Y a la hora de buscar culpables, porque debe haberlos, se me haría harto complicado cargar las tintas sobre alguien en concreto. Lo cierto es que vivimos en un tiempo en el que aquello que pretendemos siempre está al alcance de la mano. El esfuerzo individual y colectivo hoy es una entelequia, una especie de utopía con más o menos seguimiento, que algunos se empeñan en pregonar, pero lo cierto es que la realidad es otra, muy distinta y en nada equiparable a esos objetivos que puede preconizar un país sano, una sociedad prudente y ciudadanos y ciudadanas convencidos de que el éxito común es el de cada uno.

Sea como fuere, tengo mis dudas de que la pandemia pueda corregir y modificar los hábitos de quienes no han sido capaces de desprenderse del infantilismo, para adentrarse en la responsabilidad, en el criterio, el bien común y las salidas conjuntas del atolladero, como el que nos encontramos en la actualidad.

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