Sophia Aitken, polen

Hemos perdido el recuerdo de las flores, del aroma incandescente que se precipitaba sobre nuestros dedos

El asfalto avanza inexorable por las ciudades, irrevocablemente, devastando la memoria del dolor. Acaeciendo sobre sus mandíbulas el vacío, el abismo, el caos. Nos su-mergimos, en el día a día, sin darnos cuenta que nos dan muerte en los tejados.

Avistamos el azul del cielo y solo vemos soledad tras soledad y el silencio alzándose sobre los últimos estandartes que aún quedan en pie. Ni siquiera un pájaro o un ave, apenas, que nos asalte el pecho, que nos vislumbre. Ni siquiera una íntima criatura alada, que nos aliente o nos sacie nuestra sed. Solo silencio, el silencio de las fábricas y su óxido corrompiendo hasta las más íntimas estancias del ser.

Hemos perdido el recuerdo de las flores, del aroma incandescente que se precipitaba sobre nuestros dedos, el movimiento celestial de las alas de sus abejas coronando el mundo, de la miel de los labios proclamando las últimas estancias sobre los cuerpos del dolor. Ya, poco o nada queda de aquel el mundo donde coronaba la luz.

Esta nueva propuesta artística de Sophia Aitken nos convida a tomar conciencia ante la crisis que vivimos, no solo material, sino también existencial. Y nos conciencia de la importancia sagrada que existe entre entre lo matérico y lo divino, entre lo humano y lo inmaterial, entre el ser y la abeja. Siendo esta última, símbolo del origen del mundo. Así, cada fragmento que capta la cámara fotográfica, mientras se abre paso a través del obturador, va tomando forma desde la figura femenina que se antepone a los clichés y a los estándares normalizados. Y que apresura una crítica social contra los modelos sociales preestablecidos, donde la sutili-dad, la belleza y la luz se tornan como eje vital y sustancial del discurso artístico de la autora.

Pollen, 2021, de Sophia Aitken, es una performance que se realiza en un entorno donde las colmenas y las abejas marcan el ritmo interno de la obra. Donde la autora representa a una flor que ofrece sus tallos al mundo, entregadas a la miel y al polen, en un acto de comunión y catarsis en intimidad con la naturaleza. Interviniendo en un ritual de agradecimiento por la vida. Una conciencia que busca reubicarnos como seres humanos entregados en perfecta convivencia con nuestro entorno. Adentrándonos en un viaje que busca conocernos a través de los otros, no solo ante nuestros semejantes, sino también ante todos aquellos seres vivos que hacen posible nuestra vida. La probidad del ser humano de saber que existe.

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