Tráfico de arena playera

Cuando lo ordinario o aceptado se convierte en materia de delito es que el desafuero hace de las suyas

Hay costumbres, distracciones y otras cosas variopintas que se hacen consabidas, que se dan por naturales en el sentido de ordinarias y aceptadas. De ahí la extrañeza cuando, por razón de una desafuero -esa suele ser la causa que desnaturaliza lo acostumbrado-, resulta necesario prohibir y castigar con rigor lo que deja de ser natural y común. Es el caso recoger conchas marinas, eligiéndolas con parsimonia ociosa, mientras se pasea con la cadencia serena y el rumor de agua de la marea baja, hecha la playa para la distracción, con los reclamos que el mar esparce en el muestrario de la arena, menudos testimonios del quehacer de las inmensidades marinas, más no como el parto de los montes, sino como estela o festón en la anfibia llanura de las playas, cuando el mar descansa de sus relaciones con la luna en el requiebro de las mareas.

Así ocurre en Cerdeña, pero también en la República Dominicana, en Tailandia o en Hawai, con prohibiciones, multas y hasta cárcel por llevarse, sobre todo, arena de las playas, con continuos decomisos de botellas donde se recoge como recuerdo. Cierto que hay singulares arenas negras, doradas, rojas, rosadas, turquesas, blancas resplandecientes, incluso de color verde olivo, cuya especial belleza debe ser protegida. También que algunas líneas de costa han retrocedido sobremanera, haciendo exiguas las playas que antaño eran bastante más espaciosas y abiertas. Pero que el exceso de celo se ponga en vigilar los puñados de arena "robados", además de instar a sacudirse la arena de los pies, antes de salir de la playa, o colocar una esterilla debajo de la toalla para que no se impregne mucha arena al recogerla, son normas o actuaciones explicables por el mayúsculo desafuero de los practicantes del ocio playero, pero tal vez contrarias al sentido común, si es que este participa de lo que es corriente y mayormente admitido. Aunque, en el aeropuerto por donde llegan y parten turistas de Cerdeña, la arena decomisada ha llegado a las diez toneladas e incluso se ofrece a la venta, en plataformas de venta en internet, arena de las playas de esa isla con quién sabe qué procedencia.

Adviértase, entonces, que lo público sí es de alguien, de todos, por lo que su mantenimiento y cuidado es una responsabilidad asimismo pública. De modo que los reflejos irisados del nácar en un tarro o las menudas conchas que alguien eligió para obsequiar con un natural detalle se conviertan, por mor de lo desmedido, en materia de delito.

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