Mi amigo Tico, el más rico

Tico no pertenece al club de las grandes cenas de compañeros, donde se dan tantas palmadas en la espalda como zancadillas

M E van a permitir los lectores, con motivo de estas fechas navideñas, reitere este artículo de contenido parecido al de cada año, pero creo que el mensaje lo merece. Antes de nada, como no puede ser de otra manera, felicitar a los lectores, a los contertulios y como no al director de este periódico D. Antonio Lao, para todos, un próspero año 2020. Paso a describirles mi experiencia: Tras largo tiempo, y día a día transitando por una céntrica calle de Almería, me percate de la presencia de un indigente que por asiento tenía una caja de cartón y por respaldo la pared de un edificio de una céntrica calle de nuestra ciudad; pero lo que me llamo la atención era verlo todos los días leyendo un libro, sobre todo en estos tiempos que esta tan obsoleta la lectura, como en alza el uso del móvil o el ordenador ¡genial ejemplo amigo Tico! tengo que decir que le llame de una forma virtual, asi me lo imagine; era el mejor ejemplo de ejercitar la memoria y recordar un valor fundamental, como es el de aprender, uno de los valores que debíamos poner en practica todos los días: enseñar a nuestro semejantes, sobre todo a los niños. Pero además, Tico no pertenece al club de las grandes cenas de compañeros, donde se dan tantas palmadas en la espalda como zancadillas se ponen, tampoco pertenece a las grandes esferas políticas, de las que dijo Churchill: ¡Prometen lo que después no cumplen! Tico es tan sencillo como su profesión de pobre, tan reconocida en la Edad Media y su empresa no lo considera en la carrera de ascensos, pasa más bien desapercibido para esos que montan grandes belenes, promesas ostentosas y sobre todo muchos besos que a la vuelta de la esquina van cargados de todo lo contrario. Por eso, quisiera reivindicar algo que considero fundamental dentro de los valores personales: El valor relativo y el valor absoluto, ambos son como los números naturales de las matemáticas, el primero depende del lugar que ocupamos en nuestra vida, pero el segundo es el que tenemos por nuestra propia figura, nuestra persona y este debe ser intocable, poner en práctica nuestra capacidad de pensar, valorar lo que está bien y lo que está mal, sobre todos lealtad con nosotros mismos. Por eso, el ejemplo de Tico, tiene que servirnos en nuestro afán de superación día a día, pero que nunca nos sirva como un acicate déspota; Tico, estoy seguro pertenece a esa "España de sabor a caña" que cantaba Cecilia, no a la "España que da caña", sirva este artículo de moraleja para que estos días nos comportemos, simplemente como dijo el poeta Machado: "Como hombres buenos".

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