Las apariencias

Hemos ido sacralizando y santificando tanto la cultura que ahora se ha producido una edad del pecado de la misma

Dentro del mundo de la cultura, y con esto digo la alta y baja cultura, los culturetas, la cultura popular, la institucional, la industrial, la de las masas y etc, existe el fenómeno de las apariencias: esto es cuando se construyen castillos en el aire sin punto de apoyo en la realidad. Este proceso ocurre por dos razones: por una mala interpretación del proceso artístico y hasta una intencionalidad en el mismo (eso es la producción artesanal); y por otro lado, bajo la existencia de ciertos tumultos de orden inconsciente y vinculados a la frustración. En psicología cuando un individuo padece alguna ausencia la suple buscando un contacto alocado con su entorno, llegando a la autocontaminación y construyendo artificios. No obstante existen varios niveles en las apariencias culturales: por una parte están las anteriores y por otra las indirectas, que son cuando alguien profiere críticas sobre las primeras movido por la comparación y vistiendo el traje público de una vida lejos-de la cultura. Tal vida, con tonos bohemios, también es una apariencia al representar una lejanía de algo que se añora profundamente aunque no se reconozca y por lo cual estaría dispuesto a contaminarse si pudiera; pero también lo es en las manifestaciones de comparación. Veamos: en esta vida el contacto con el mundo exterior se marca por el equilibrio de fuerzas; es decir, cuando estos notan individuos más próximo al objeto de añoranza lo cuestionan y hasta rompen los vínculos afectivos con ellos, pero cuando creen que los mismos regresan al nivel anterior se aproximan no sin recordarles la supuesta caída. Pues bien, con los dos niveles descritos podemos argüir que al igual que el placer supone un motor de progreso en la cultura también lo es, sin duda, el sufrimiento por la misma: el dolor bajo las apariencias (ambas) marcan gran parte de la deriva cultural. Todo esto sucede, creo, porque hemos convertido a la cultura en una religión cargada de misticismo, y como tal la lucha por el cielo se representa a través de indulgencias, dolores y apariencias. Para apoyar esto recordaré a Gustabo Bueno cuando dijo que en el occidente agnóstico la necesidad de trascendencia se había desplazado a la cultura. Pero bueno, a fin de cuentas no podemos perder la cabeza y padecer el Mal de Montano. Debe haber una forma de dejar de sacralizar y de distanciarse de los amigos en el proceso.

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