Los coches contaminantes

Cuanto más se fabrica y más se vende, más se contamina. Es el consumo desbocado

Leer cada nuevo día los titulares de las noticias es un reto para mantenerse sereno, templado, y no cabrearse por el crescendo de estupidez, tontuna, mentira y manipulación, que caracteriza a este país en los últimos tiempos. Nos cuentan ahora que, en cumplimiento de la Ley del cambio climático, para el año que viene todas las ciudades de España tendrán que poner restricciones a la circulación de los coches sin pegatina de la DGT, del tipo A, que vienen a tener un par de décadas o más de antigüedad, y que son una cuarta parte del parque total de automóviles patrios. Desde el 1 de enero, por ejemplo, estos coches no podrán circular por toda la ciudad de Madrid contenida por el cinturón de la M30, ni por el mismo cinturón. Y los que llevan la pegatina B o C tienen los años contados también. El motivo, nos dicen, es que hay que renovar los vehículos y tender a los eléctricos, que no contaminan. Pero sabemos con certeza que eso es mentira, pues lo que verdaderamente contamina es la locura de fabricación y venta, amparada y apoyada por los poderes públicos, como si no hubiera un mañana, que preside toda la industria del automóvil. Cuanto más se fabrique y más se venda, más se contamina. Es el consumo desbocado, irracional, del ser humano lo que depreda, contamina y destruye el clima y el medio ambiente. La fabricación de coches eléctricos es mucho más contaminante que la de los de combustible, al menos un 70% más; esto es así por las baterías, por su composición y porque se fabrican en la misma planta de producción. Y después, durante toda la vida del coche, cada vez que se enchufa a la electricidad para cargarlo, se está contaminando. La Ley del cambio climático, por tanto, producirá más contaminación en este asunto; es mentira cuanto nos dicen. Los poderes públicos deberían incentivar la adquisición de coches de segunda mano en condiciones aceptables, con el fin de ir reduciendo el número de vehículos y poner freno a las ansias capitalistas de la industria. Nuestro futuro dependerá de la capacidad para mermar esta industria tan dañina. La obligación de cambiar de coche para poder circular produce, además, una brecha social de elevada injusticia, pues muchos trabajadores humildes dependen de su viejo vehículo para poder seguir buscándose a vida dignamente y no tienen poder adquisitivo para comprar uno nuevo. Se legisla, una vez más, plegándose a los intereses del capital y su actividad depredadora.

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