Un día de 69 días

Un día de 69 días no son 69 días libres del tiempo, aunque una asamblea de vecinos muy iluminados así lo pretenda

Una cosa es que al día puedan faltarle horas, cuando la faena acapare, y otra bien distinta que se haga interminable, por mucha luz diáfana que se mantenga encendida en la bóveda de los cie-los. Esto último ocurre en enclaves tan septentrionales como la isla noruega de Sommar, con sus no más de trescientos habitantes, vecinos del Círculo Polar Ártico. Puesto que, en aquellos de-sérticos lugares del norte de Noruega, el sol sale el 18 de mayo y se pone el 26 de julio, en un día que son 69 días sin sus 69 noches. Aunque estas últimas también se reunirán, en una noche ma-yúscula, cerrada y oscura, entre los meses de noviembre y enero. Pues bien, los habitantes de tan singular paraje, reunidos en asamblea, han decidido abolir la rigidez del horario -no es lo mismo que liberarse del tiempo- y manifestarlo colgando relojes de las barandillas de un puente, como esos candados del amor eterno que acaban oxidados, eso es, por el rigor del tiempo. Pretenden, así, que cada cual pueda tomarse el tiempo a beneficio de la ocasión o de la voluntad, o al albedrío del antojo. De modo que los chavales jueguen al fútbol, si quieren, a las soleadas 2 de la madrugada, o sea posible cortar el césped, siempre verde, en un desvelo del insomnio, o pintar la fachada con la clara luz de las 4 de la noche. Pero el tiempo, aun camuflados los días por la extendida y pertinaz vigencia de la luz solar, rige y los ritmos biológicos, acompasados o sincronizados con periodos que oscilan entre las 20 y las 28 horas, establecen la firme secuencia del sueño y la vigilia, incluso no ayudada, en este caso, por los parejos ciclos de la luz. En fin, que 69 días con luz plena no suponen 69 días despiertos, con una vitalidad a salvo del reclamo de la cama o capaz de ser recuperada con otras 69 noches de sue-ño. Es más, algunos habitantes, se diría que melindrosos ante la euforia "intemporal", han pues-to objeciones porque, por inextinguible que sea la luz, en los hoteles habrá que seguir registran-do el paso de los días -el reloj ni siquiera obedece a Armando Manzanero para no marcar el paso de las horas-, las entradas y salidas de los que se hospedan, además de necesitarse horarios para la apertura y cierre de distintos servicios con una atención no asimilable a la permanente de las funerarias. En fin, el espacio y el tiempo dan para sesudas teorías de los físicos. Pero se ve que también animan populares y asamblearios acuerdos de vecinos muy iluminados.

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