Metafóricamente hablando

Y sobre ellos, no se hizo la luz

Cayó la noche y la oscuridad se apoderó del barrio, pensó si estos serían "hijos de un dios menor"

Era una tarde de un verano cualquiera. Helios enloquecido, enviaba rayos de fuego a diestro y siniestro sobre la tierra calcinada. Los humanos se refugiaban en el mar, sumergiéndose en las tibias aguas del Mediterráneo. Los niños jugando en la arena, mientras los adultos, sin perderlos de vista, se ocultaban bajo las sombrillas, esperando que el dios iracundo aplacara su rabia, ocultándose tras los montes que se divisaban en la lejanía. Era esta una típica estampa veraniega, propia de lugares bañados por el agua de un mar o un océano, incluso de parajes interiores ricos en ríos, lagos o pantanos. Muchos esperaban expectantes a que acabara el día, y una ansiada brisa refrescante les devolviera el aliento. Las neveras repletas de bebidas frescas competían con las tortillas, y bocadillos de pan tierno untados con sobrasada, derretida por el calor. De allí, con la "fresquita" se irían todos a sus casas: duchas, ropas limpias, televisión, juegos, e incluso un poco de lectura para los más ilustrados, era el plan para la noche, salvo aquellos que no contentos con encerrarse, decidían salir a la calle a disfrutar de las múltiples actividades veraniegas, o simplemente a tomar la última copa, antes de irse a dormir. Noches tórridas que se combatían con bebidas frías, ventiladores y aires acondicionados, para poder conciliar el sueño, todo dentro de la normalidad en un país europeo y moderno. Aquella tarde, su compañero de profesión, le invitó a ver el colegio al que le habían destinado para el curso próximo, iban a dar una vuelta y ver su ubicación. Nada más acercarse, el olor a basura quemada, penetraba en el interior del vehículo, una columna de humo se divisaba en el horizonte, lo que les extrañó a ambos, dado que estaban dentro de la ciudad y no conocían que hubiese un vertedero al aire libre cerca. Al bajarse, la bofetada de calor casi les mata. Las calles orilladas de basura, papeleras repletas que se derramaban sobre las aceras, contenedores llenos, rodeados de lixiviados, la imagen misma del suburbio les hirió en el corazón. Niños correteando, jóvenes ociosos y gente mayor sentada en sus puertas, les miraron inquisitivamente. Les sobrecogió aquellos callejones que parecían ser la fiel estampa del infierno, por el calor asfixiante y el ruido ensordecedor de los generadores de corriente. Allí no había mar, aunque estuviese a un tiro de piedra, ni luz, aunque tuviesen contratos en vigor. Cayó la noche y la oscuridad se apoderó del barrio, pensó si estos serían "hijos de un dios menor", que llegados con retraso a la creación, sobre ellos no se hizo la luz, consumiéndose en la más absoluta oscuridad, en la noche más corta del año.

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