Al inolvidable Alfredo Pérez Rubalcaba

Un accidente vascular nos privó de un hombre de estado residente en la izquierda moderada y conciliadora

El pasado lunes, para más señas, 10 de mayo, se cumplían dos años de la muerte de Alfredo Pérez Rubalcaba. No es de extrañar que los socialistas echemos en falta la figura sempiterna de este compañero. Si hay algo en lo que todos con los que tuvo relación cercana -sean del ámbito que sean y tengan las ideas que tengan- coinciden sin duda en destacar su brillantez intelectual, muy por encima de lo común, su aguda capacidad analítica, su profundo sentido de Estado y su amor al Partido Socialista Obrero Español. Tres pasiones confesadas guiaron a esta excepcional persona. La primera y fundamental, su familia, con Pilar Goya a la cabeza. La segunda fue su Real Madrid, del que disfrutaba con Jaime Lissavetzky, su gran amigo. Y la tercera, qué duda cabe, la política, el servicio público en su mejor sentido, para que el país y la sociedad avanzaran de forma cohesionada, con más libertad, más democracia, y más calidad de vida para todos y todas.

Tenía un indudable porte de boticario rural. Y una voz de alta interpretación. Gastaba un castellano sencillo, robusto, y una gran memoria política de la España que amaba.

Si volvemos la vista a los últimos cuarenta años y nos fijamos en sus políticos, no cabe la menor dura que Rubalcaba estaría entre los cinco o seis primeros. Fue una persona decisiva en los distintos ejecutivos: exvicepresidente del Gobierno, exministro de Educación, y de Presidencia, de Interior e incluso, portavoz del Ejecutivo. Con su fallecimiento, la vida pública española perdió quilates de brillantez (y me remito a la actual de cualquier signo y color político); Pérez Rubalcaba respondía a un modelo de político ahora en desuso: "ni vivía obsesionado por la imagen, ni se perdía por un regate cortoplacista", dijo de él, Mariano Rajoy. Haciendo un parangón con esta legislatura que estamos viviendo y padeciendo, difícilmente sus compañeros de viaje habrían de ser los independentistas catalanes, los filoterroristas vascos y los populistas podemistas. Pocas sombras, muy pocas y muchas luces alumbraron su estancia en los ejecutivos, antes de volver a su cátedra de química en la Universidad madrileña.

Un accidente vascular nos privó de un hombre de estado residente en la izquierda moderada y conciliadora. Por siempre y para siempre, Alfredo, estarás en nuestros corazones.

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