El medio y el ambiente

¡A por las pizzas, a por las pizzas!

Debería haber preguntado a mi amigo el genetista si es que los almerienses tenemos un gen especial

Ese fue el grito que, dirigido por una madre a su hijo, oyó uno de mis hijos el pasado sábado mientras entraba en los dominios de don Juan Roig en Huércal de Almería. Cuando me refirió la anécdota, me comentó que a renglón seguido dirigió la mirada en derredor y, ¡oh sorpresa! las estanterías estaban casi vacías.

Y aquí me encuentro: martes 6 a.m. dándole a la cabeza más vueltas que un trompo: ¿a qué se deben esas ansias por las pizzas? ¿es que alguien ha descubierto que aderezadas con algún líquido milagroso matan al bicho? ¿aumentan las defensas del organismo?

Y con esta última interrogante se abre un abanico de nuevas preguntas relativas al miedo que según los sociólogos y los psicólogos le han metido en el cuerpo a la sociedad. Pero ahí patino, y reconozco que no me he documentado.

Debería haberle preguntado a mi amigo el genetista si es que los almerienses tenemos un gen especial, tal que el aumento de contagios por el bicho les haga pensar que teniendo mucha comida en casa no se van a contagiar; otro gen que les da valor y templanza ante las piedras del Cañarete y sus eternas y reincidentes sujecciones, otro gen que aumenta la paciencia ante la tardanza de las obras para ¿sujetarlas?

Y ampliando el equipo académico intrdisciplinar: un Magnífico estadístico, ahora enfrascado en un estudio probabilístico que le permita justificar dentro de unos meses por qué no ha ganado la liga quien debería haberla ganado, para saber si la forma de dar los datos de la pandemia puede llevar a la población a la voracidad.

Tampoco me perdono no haberle consultado a un especialista en Marketing, que además lo tengo cerca, pues se trata de mi primo pequeño, para que me iluminara con su sapiencia para ver qué le está fallando a don Juan y cuál es la razón que hace que las ventas no sigan el patrón que sus colaboradores tienen diseñado, y de paso por qué se da esa avalancha de compras de pizzas sin freno, y no de protestas ante los trenes de Huércal de Almería (parafraseando la canción, Almería no tiene tren ni tranvía) o ante las piedras del Cañarete . Puede que en este último tema algún lector piense: ¿y qué le pregunto yo a un psicólogo sobre derrumbes?

Quizás porque ahora no se enseñan las reglas de tres simples directas de mi infancia, pues se enseñan proporciones, ahí tenemos la causa de por qué el personal no puede calcular cuánto van a tardar a esta marcha en sujetar las piedras, y en vacunarnos a todos. Ojalá no pase como en aquel pueblo de la vega de Graná: "epidemia acabada por falta de personal".

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