El trabajo es salud

No todo trabajo es salud y a veces se convierte en refugio que ampara ante las temidas razones del pensamiento

Como todas las afirmaciones tajantes, decir que el trabajo es salud resulta inoportuno. Ya que aparece la relativa corrección del depende. El trabajo, no solo en las antiguas situaciones de la esclavitud, sino en las posmodernas de la explotación laboral o de las condiciones en extremo peligrosas o malsanas, es causa asimismo de la enfermedad y de la muerte. En las sociedades desarrolladas, el altisonante derecho al trabajo -un notorio elenco de derechos básicos se proclaman sin las condiciones o las posibilidades de ejercerlos? encuentra el alivio del subsidio cuando el trabajo resulta, al cabo, un derecho fallido. O se pone nombre a las cosas para que la anhelada ocupación fija en un trabajo resulte, a la vez, discontinua, subsidio entre tanto. Ahora bien, desempeñar una actividad laboral o profesional, con plenas competencias o facultades, y asumir el desempeño con una involucrada implicación, para asumir retos y alcanzar propósitos, sí que deviene en una satisfacción personal, recompensas aparte, bastante propicia para la buena salud.

Existe, sin embargo, otra manera de afanarse en el trabajo no tan saludable como la antedicha. Fernando Aramburu dio alguna razón de ello en las páginas de Los vencejos: "No he parado todo el día, lo cual oportunamente mantiene a raya las cavilaciones. Esta técnica del hacer para no pensar yo creo que la aprendí de papá, quien se anulaba a sí mismo, por razones que solo él conocía, sepultándose bajo montañas de trabajo". Aparece, entonces, el trabajo como terapia, pero esta solo camufla, y por eso oculta, pero no cura o sana. Entregarse -todavía peor, anularse- a una ocupación acaparadora que ponga coto a las temidas o acaso inasumibles razones del pensamiento. Llenar de cosas la cabeza para que esta se despiste y no se aplique a lo que, sometido al razonamiento, excluya cualquier distracción. El trabajo como refugio. De manera que se huya, por razones distintas a las propiamente laborales, del carácter fijo discontinuo, ya que no sería el caso de una destemplanza por la interrupción del empleo, sino la vulnerabilidad de un estado de las cosas que asusta o inhibe, de modo que no quede ocasión de aplicarse a afrontarlo porque el trabajo atosiga.

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