Utopías posibles

Lo útil y lo inútil; lo formal y lo informal

Descubro con agrado que en Francia y Alemania se están planteando modelos de flexibilización del horario escolar encaminados a unificar las horas lectivas y las «extraescolares», las actividades de aprendizaje formal y las menos estructuradas, o informales. Todo ello con el propósito de adaptarse a las distintas necesidades, situaciones, e intereses, partiendo de la premisa de que todo es aprendizaje y todo puede ser útil, persiguiendo que la escuela deje de ser vista como ese lugar horrible, inhóspito, incómodo y ajeno a la realidad de la vida de los chicos y chicas de finales del primer cuarto del siglo XXI. Nuestros chavales pasan horas en casa rodeados de miles de estímulos agradables, libremente elegidos: móviles, tablets, televisión a la carta, etc. Además de eso, eligen muchas actividades por la tarde, ya sean de tipo deportivo, artístico, musical, actividades manipulativas, idiomas… Y luego llegan a un lugar donde normalmente (sobre todo en Secundaria) no hay ni un maldito póster con el que alegrarse la vista, solo paredes pintadas de blanco o colores pálidos y las tecnologías son utilizadas casi en exclusiva para proyectar el libro de texto o poner ejemplos muy puntuales. Libreta, bolígrafo y libro de texto son la constante en la mayoría de las escuelas. Por otra parte, se sigue transmitiendo la idea de que hay un conocimiento «útil» (el académico, el que interesa al profesorado y solo en teoría a la sociedad) y otro «inútil» (el de las extraescolares o el que interesa al alumnado). De una manera clara o subliminal, sigue presente el mensaje de «no estudies música ni arte, estudia algo de provecho», «no pierdas el tiempo inventando, cíñete a lo que se te pide», «eso no te sirve para nada», o peor aún: «si eres buen estudiante, tienes que dedicarte a las ciencias o la tecnología, cualquier otra opción es desperdiciar tu potencial». Cada vez somos más conscientes de que el futuro dependerá de lo que aprendemos dentro o fuera de la escuela, o una mezcla de ambas cosas. Nadie sabe lo que será útil o inútil. Entonces, ¿por qué no borrar las fronteras entre lo formal y lo informal? ¿por qué no hablar solo de aprendizaje y de paso garantizarlo a toda la población? De lo contrario, seguiremos aumentando la brecha entre quienes solo aprenden lo justo, lo mínimo y quienes pueden costearse todo tipo de aprendizajes estimulantes fuera de la escuela.

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