Hacía tiempo que no me reconciliaba con el sistema político. Quizás, porque siempre he sido muy exigente con todo aquello que enarbola en pro del pueblo como derecho y deber fundamental. Quizás, porque de él vengo y hacia él voy, aciago, a oscuras, pero siempre en busca de la luz. Es así.

En estos meses creo que nuestro sistema de gobierno ha tenido una difícil tesitura para conformar un gobierno con ciertas garantías. El espectro ideológico que se presenta en estos momentos en España es tan complejo como el pensamiento de su ciudadanía. Aunque aún nos quieran inculcar la necesidad de los grandes bloques. La concepción de un estado y su vida -sistema democrático, se le llama- requiere que nuestros líderes aprendan a dialogar y a negociar. El concepto de estado, pues, no se reduce a pactar a cualquier precio, sine die. Sino que debe reflexionar las consecuencias y los efectos que puede ocasionar. Y es que con los resultados arrojados en las últimas urnas era casi imposible gobernar o dirigir un país tan complicado y riguroso como España. Porque, al final, la ciudadanía sí es inteligente y comprometida. Los ciudadanos sí sabemos a quién votar, a pesar de los esfuerzos por seguir inclinándose algunos en enfangar el limpio y sugerente arte de la democracia.

Estoy convencido que, ahora más que nunca, es preciso votar. Porque si no se ha pactado es porque realmente no se ha podido llegar a un acuerdo. Algunos lo llaman reparto de sillones; otros afirman que es por inutilidad, más que por habilidad. Pero viendo la composición del parlamento, con solo dos partidos es imposible gobernar, aunque se quiera. No alcanzan la mayoría suficiente para asegurar un gobierno de la nación con estabilidad que, al fin y al cabo, es la madre de la ciencia y el progreso. Más que nunca hay que ir a votar. Y aunque muchos de nosotros pensemos que existen personas que no han hecho su trabajo, no caigamos en la trampa fácil y grácil. Porque en el arte de la oratoria existe mucho de retórica y de silencio. Pues a veces callar, dice mucho más. Quizás deberíamos pensar por qué han estado tan callados nuestros líderes este verano. Me temo que también ha sido porque hay cuestiones que hacen que lo público y notorio pase a un plano más discreto, alejado de las representaciones y de la teatralidad de la que a veces somos partícipes sin darnos cuenta.

Yo votaré, cómo no. Porque seguiré haciendo mi trabajo, aunque algunos aparenten no hacerlo.

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