Aniversario

La COVID ataca, el campo almeriense responde

  • A los frentes abiertos que tenía la agricultura en el pasado año se sumaba la pandemia. A pesar de la incertidumbre inicial, el sector lo tenía claro: garantizaría el abastecimiento de frutas y hortalizas y ha cumplido

Durante esta crisis sanitaria, el agro da la talla

Durante esta crisis sanitaria, el agro da la talla / Carlos Barba (La Mojonera)

Mañana se cumplirá un año desde que en el Boletín Oficial del Estado recogiese el real decreto por el que se declaraba el primer estado de alarma por la crisis sanitaria provocada por la COVID-19, ese por que el los ciudadanos solo podían pisar la vía pública para lo “básico” y por el que solo las actividades económicas recogidas como esenciales podían continuar. En un escenario de incertidumbre entre los consumidores, el sector agroalimentario, en el conjunto de la cadena, generó confianza: “el abastecimiento de alimentos está garantizado”.

Dentro de la agroalimentación hay actividades que se han visto más afectadas por las medidas para contener la expansión del virus y otras menos, aunque en el desempeño diario afectó a todas. Concretamente, respecto a la agricultura, a pesar de los momentos iniciales de incertidumbre sobre la reacción de la demanda o de adaptación a las nuevas medidas sanitarias, entre otros aspectos, ha salido fortalecida. Ya en abril, Juan Antonio González, presidente de la Asociación de Organizaciones de Productores de Frutas y Hortalizas de Almería, Coexphal, advertía: “Nuestra horticultura saldrá más valorada como sector estratégico”. Con la mirada atrás y con algo de perspectiva se puede decir que esta sentencia se ha cumplido.

El consumidor en particular y los mercados en general han confiado en los productos agrícolas de la provincia almeriense. Esto queda contrastado en distintos indicadores. En cuanto al comercio internacional, de acuerdo a los datos facilitados por la Agencia Andaluza de Comercio Exterior (Extenda) las exportaciones agroalimentarias de Almería al mundo en 2020 alcanzaron su cifra récord en valor (3.215,424 millones de euros). Así, por grupo de productos es el capítulo de hortalizas, plantas, raíces y tubérculos alimenticios el mayoritario en las ventas, con un peso del 82,3% y 2.645 millones de euros, lo que supone el 38,4% de las exportaciones españolas en cuanto a dichos productos; a éste le sigue el referente a frutas con 445,14 millones de euros en valor comercializado en el exterior. En cuanto a productos, Almería exportó en 2020, sobre todo, pimientos (789 millones de euros) con el 24,5% del total de ventas y un alza del 2,3%; seguido de tomates (529 millones de euros) con el 16,5% del total y un descenso del 4,6%.

Respecto a la campaña 2019-2020, el análisis de la campaña hortofrutícola, elaborado por el Servicio de Estudios Agroalimentarios de Cajamar, indicaba la estabilización en la superficie de cultivo y volumen de producción y el alza en el valor de la misma y también de los costes; además, constataba que el consumo de frutas y hortalizas se disparó en los hogares, sobre todo, por el confinamiento, aunque el despegue comenzaba al palparse en febrero; en este sentido, el auge fue del 11,3%, mientras que el gasto per cápita subía un 17%.

Ley de la Cadena, el Brexit, la PAC, la competencia de países terceros... otras batallas que librar en 2020

En cuanto a la cotización en origen de los productos ésta subió un 6,4%. Y es que a pesar de los bajos precios en la fase inicial de la campaña, su segundo tramo contabilizó un aumento generalizado debido a la contracción de la oferta de lechuga, melón y sandía, así como por el aumento de la demanda que se produjo durante los meses del confinamiento por el coronavirus. Estos precios repercutieron en los ingresos totales de los agricultores en la campaña 2019-2020, que ascendieron a 2.319,5 millones de euros, lo que suponía un 5,2% más que la anterior, correspondiendo 2.291,6 millones de euros al valor de la producción intensiva, que subía un 4,7%. El inicio de la campaña se presentó con unas cotizaciones inferiores a la precedente, que fueron mejorando en los meses invernales y la segunda mitad de la campaña. El aumento de la demanda a consecuencia de la pandemia de la COVID-19, junto con dificultades productivas para algunas frutas y hortalizas, justifican este comportamiento de los precios en el tramo final del periodo productivo. Estos ingresos se manifestaron de forma desigual, así caen en judía verde en un 27,2%, y tomate (-10,8%), sobre todo por menor precio medio y menor producción, y en berenjena por cotización a pesar de la mayor superficie destinada a este cultivo; mientras para el resto de cultivos los ingresos suben, y lo hacen un 32,3 % en sandía, seguida del pepino (+15,3%), el melón (+13,2%) y el pimiento (+9,1%).

Por su parte, en su balance de la anterior temporada agrícola Coexphal afirmaba que la comercialización respondió de forma ágil al reto de suministrar hortalizas a toda Europa en un contexto de gran incertidumbre. Incluso, el sector pudo incrementar sus ventas, en algunos productos (calabacín o berenjena), en los meses de máxima afección.

Además de afrontar la crisis sanitaria, el 2020 también estaba expuesto a otras batallas que librar. El año pasado estuvo marcado por otros asuntos de relevancia para el sector agrícola como Ley de la Cadena Alimentaria; el aumento de costes laborales y la reducción de márgenes; la inseguridad generada por el Brexit y la competencia de países terceros, entre otros. También de fondo, las negociaciones sobre la Política Agraria Comunitaria (PAC).

Si todo esto fuera poco, un programa de televisión liderado por el cocinero Chicote y emitido en noviembre, volvió a poner sobre la mesa otra cuestión de fondo que colea desde años atrás: el reetiquetado de productos hortofrutícolas, que no es otra cosa que cambiar el nombre del país de origen para vender el producto como español cuando en realidad ha sido cultivado en otros países. En este sentido, la Consejería de Agricultura señalaba las inspecciones que había realizado y las sanciones que había interpuesto, sin dar nombres, algo que clama el sector; además anunció la creación de una oficina para combatir este fraude del reetiquetado en toda Andalucía, así como para incrementar el control de fitosanitarios en productos procedentes de terceros países, iniciativa, que tras comunicarse en el marco del terremoto provocado por Chicote, poco se ha comentado después.

La COVID-19 también interrumpió las protestas del campo por la crisis estructural de precios, esas marcadas por la unidad de todo el sector, que, sin embargo, supo aparcar para seguir sirviendo a los demás. La agricultura de Almería dio y da más que la talla.

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