Crónicas desde la ciudad

Dr. José Litrán, víctima de la ruindad

  • Hoy domingo se cumplen once años de mí llegada al Diario. Con el compromiso de escribir sobre Almería, de su historia y de sus gentes. De ahí las dominicales “Crónicas desde la Ciudad”

Mausoleo profanado en el Cementerio Británico

Mausoleo profanado en el Cementerio Británico

El contenido de aquella primera colaboración en la cabecera periodística del Grupo Joly no fue fortuito. Sabedor en parte de su biografía y tras profundizar en ella, el destinatario no podía ser otro que el Dr. José Litrán López: licenciado en Medicina, masón, republicano y benefactor de las familias más humildes de la ciudad. Su determinación durante la epidemia de cólera morbo en 1885 salvó la vida a centenares de almerienses. He aquí el artículo dándolo a conocer en la prensa contemporánea. 

Quien me conoce sabe que procuro ser consecuente respecto a los compromisos adquiridos. Pero la fidelización no puede sostenerse en el tiempo cuando a ella se responde con desaires y agravios. Por tanto, un ciclo se cierra a la par que otro se abre. Atrás quedan experiencias agotadas en LVA para, desde hoy, iniciar una ilusionante andadura en Diario de Almería. Periódico que, entre otros atractivos, ha incorporado a su redacción un excelente plantel de profesionales y amigos. Sirva el introito como carta de presentación a las páginas semanales en que abordaremos temas muy diversos referidos a Almería, sin someternos a un rígido guión: personajes, efemérides, monumentos y enclaves ciudadanos, costumbres, etc. A su historia global y a la intrahistoria íntima, ya que nada relacionado con esta tierra nos debe resultar ajeno a quienes la habitamos. 

Coincidiendo con la celebración en nuestra ciudad del XII Simposio Internacional “La Masonería Española: represión y exilios”, he considerado oportuno -a título de homenaje particular- rescatar del olvido, en lo posible, la figura filantrópica de un insigne almeriense; quien, como tantos otros, duerme el sueño de los justos en la desmemoria ciudadana. En José Litrán convergieron dos fuertes convicciones humanísticas (juramento hipocrático y pertenencia a una logia masónica) en un irrenunciable compromiso ético: amor fraternal y esfuerzo generoso hacia la Humanidad doliente, concretados en sus vecinos más necesitados. No he hallado, pese a la búsqueda intensa, una fotografía suya que hubiese puesto rostro al artículo; en su lugar, valga el testimonio gráfico de su tumba profanada. Seguiremos indagando, incluido el archivo del consulado de Gran Bretaña en la provincia, si lo hubiera. 

Perfil humano y profesional 

Nacido en 1845, cursó bachillerato en el Instituto de 2ª Enseñanza (primitivo de Humanidades, actual Escuela de Artes y Oficios) pocos después de que lo hiciese Nicolás Salmerón Alonso; aunque sí coincidió en el aula con otro ilustre masón almeriense: el arquitecto Trinidad Cuartara Cassinello (1847-1912). Litrán marchó a Granada a estudiar Medicina, licenciándose a la temprana edad de 22 años. Níjar fue su primer destino, regresando a la capital tras contraer matrimonio con Dolores Capella Meca, de familia burguesa e igualmente imbuida del pensamiento filosófico masónico. Su hermano Juan, ayudante de Ingenieros, figuró en la logia Amor y Ciencia nº 15 de Almería con el nombre simbólico de Demófilo. 

Litrán López fue nombrado director de Sanidad del Puerto, cargo de gran relevancia dada la intensa actividad marítima: tráfico de pasajeros y de mercancías sometidos a un férreo control epidemiológico. En este tiempo simultaneó tal responsabilidad con la consulta privada en su domicilio de Plaza Bilbao (hoy Manuel Pérez García). Los periódicos ponderan sus conocimientos en el arte de curar y añaden -al alejarse un tanto de la política activa tras la restauración monárquica- que ahora “dedícase casi exclusivamente al ejercicio de su humanitaria profesión, donde siempre le hallaron dispuesto a cooperar a los fines benéficos de todas las sociedades de este orden que existían en Almería”. Impulsor de la Tienda-Asilo y de La Bienhechora, popular sociedad de socorros mutuos que le nombró presidente honorario y encargó la entrega en Granada de fondos recaudados con destino a los damnificados del trágico terremoto que asoló a la vecina ciudad en la Navidad de 1884. Probidad que le hizo ser elegido asimismo responsable de la comisión almeriense desplazada a Francia con cierta cantidad de dinero que paliase las estrecheces económicas que en el exilio padecía don Nicolás Salmerón.

Atropellando a la razón y caridad cristiana, el obispo Santos Zárate le negó sepultura

Pese a la caída de la 1ª República, participó en cenáculo progresistas y en el Ateneo, “donde como socio fundador varias veces hizo oír su elocuente palabra; en cuya sociedad obtuvo el cargo de primer vicepresidente y el de presidente de la Sección de Ciencias”. Más tarde figuró entre los impulsores del Centro Mercantil, en la glorieta de San Pedro. Colaboró (1885) en la revista mensual La Voz Médica e intervino en reuniones que culminaron (aunque él ya no lo disfrutó) en la constitución definitiva (1901) del Colegio Oficial de Médicos. 

Vistos los méritos que anteceden, es fácil colegir el prestigio social adquirido, pese a su juventud, y el cariño que le profesaban sus enfermos. Aunque fue la terrible epidemia de cólera morbo que azotó a numerosos pueblos y, con especial virulencia, a la capital en agosto de 1885, lo que le elevó –por altruismo, dedicación, sacrificio y entrega- a la categoría de “santo” laico y benefactor. En calidad de subdelegado de Medicina, el gobernador le responsabilizó del cinturón sanitario preventivo (lazaretos) y de la red hospitalaria (cinco previstos y dos efectivos) donde atender a los contagiados. Se hizo cargo del establecido en la Casa-asilo de las Hermanitas de las Pobres, en Cta. de Níjar (el otro lo habilitaron en una sala del propio Hospital Provincial). Cuentan que “sin descanso alguno, José Litrán, se multiplicaba en todas partes, de día y de noche; a la menor indicación volaba (en el coche de caballos municipal) al lado de los enfermos, logrando de este modo arrancar a la muerte millares de víctimas (…) Hubo días de visitar sin descanso hasta veinte horas seguidas”.

Santos Zárate Martínez, obispo. Óleo Díaz Molina Santos Zárate Martínez, obispo. Óleo Díaz Molina

Santos Zárate Martínez, obispo. Óleo Díaz Molina

Inhumación 

Sufrió contagio, pero falleció de cáncer y no de cólera, después de prolongado padecimiento, el 25 de febrero de 1889; habiendo testado el escaso patrimonio doméstico a favor de su esposa, Dolores Capella. Narran las crónicas que al entierro “acudieron todas las clases sociales; llenando a su paso de flores el féretro, cosa que pocas veces se ha visto en esta localidad”. Sin embargo, el obispo Santos Zárate Martínez impidió su inhumación dada la comentada condición librepensadora: Venerable maestro de la Logia Amor y Ciencia (1887), bajo el nombre simbólico de Danton; y Venerable Honorario de la Salmeroniana de Alhama. Tras denunciarlo la prensa local, la revista italiana Giordano Bruno (nº 69, 1891) se hizo eco de la execrable actitud del prelado: 

“Nególe la sepultura en el único cementerio que entonces había en Almería; y para no enterrar el cadáver en un campo abierto, expuesto a la voracidad de los animales, la Colonia inglesa protestante no tuvo inconveniente ninguno en enterrarle en su cementerio, dando así una lección de hospitalidad y caridad cristiana al clero y a los fanáticos de Almería”.

 

Ilustración nº 1: Mausoleo profanado en el Cementerio Británico

Id.                nº 2:  Santos Zárate Martínez, obispo

 

Antonio Sevillano

Diario de Almería, 11 de octubre 2020

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