El inicio de septiembre parece consabido, como si se tratara esta vez de las mismas circunstancias, o no.

Cercano el centenario de Saramago, leer La viuda es una experiencia tan retrospectiva como iniciática.

Tomar una decisión, cuando no es ordinaria, requiere un adecuado raciocinio sobre los efectos de adoptarla.

Con los pinchazos clandestinos acaso no se busque la sumisión, sino provocar alarma y miedo.

Canjáyar tuvo un significativo crecimiento demográfico a finales del XIX y principios del XX.

El exhibicionismo obsceno de dos ancianos parece contrario a las maneras de la vejez, pero se trata de la general cautela.

Quince años de un periódico dan muestra de una consolidada aceptación, de una identidad reconocida.

Se cotizan caros los búcaros, con su natural funcionamiento sin enchufe, y hasta llegaron a comerse hace siglos.

Del sarcófago de metacrilato pareció escapar un grito de ultratumba: «¡Que Thot aniquile esa alma impura!».