Carreras populares

¿Es un pájaro?, ¿es un avión? ¡No, es una chumbera!

  • Diego conjuga en sus disfraces deportivos el amor por correr con la pasión por el teatro

  • Tienen una reivindicación social o, en este caso, ecológica

Diego, disfrazado de chumbera por las calles de El Ejido.

Diego, disfrazado de chumbera por las calles de El Ejido.

Como si de un paso de Semana Santa o la carroza de una cabalgata se tratara, la llegada de Diego se percibe por el tintineo de los alambres de sus disfraces, por la fricción del aire cuando lo rompe con una zancada atlética más divertida que competitiva. Sus disfraces forman parte ya de la cultura de la carrera popular almeriense. No sólo en la San Silvestre, por antonomasia la prueba más divertida y desenfadada del año, sino también en competiciones de 10 kilómetros o incluso medios maratones. Y lo más duro, sea la época del año que sea.

Las caras de sorpresa que ponen todos los espectadores al ver pasar a Diego es digna de fotografía. El colmo fue verlo vestido de chumbera en pleno mes de agosto por el Paseo Marítimo de Balerma. Con el mercurio a punto de romper el cristal del termómetro, Diego no apostó por una camiseta técnica ni por un pantalón corto que deje ver la fortaleza de su cuádriceps. ¡Qué va! Si Clark Kent se metía en una cabina de teléfonos para salir como Superman, Diego coge sus pinturas y su barra de pegamento para ser 'Chumberarunner'.

“Estaba ya chorreando de sudor cuando me estaba maquillando, todavía no hay empezado a correr y ya iba empapado. Estoy acostumbrado a correr con disfraces, son muchos años sufriendo y uno se tira al toro sin pensar”, dice Diego Criado Giménez, un corredor ejidense del Club Murgiverde que él solo da colorido a todas las carreras provinciales: “El año pasado gané el premio disfrazado de Bruja Avería. Forré un carro de tomates de plástico y un grafitero lo pintó. Uno de nosotros se disfrazó de bruja y el resto íbamos alrededor como vasallos. Otro muy llamativo fue de vaca, interactué mucho con el público, soy muy farandulero, me ha gustado desde siempre el teatro”, asegura con una carcajada.

Todas sus vestimentas han causado furor, pero ninguno como la que nos ocupa: una chumbera, la penca de toda la vida. Como hombre de campo y trabajador de la tierra que es, además de una imaginativa mente, Diego tiene una conciencia cívica y ecológica ejemplar, que le permitió idear este disfraz como mascota para su club. “Para mí la penca es un símbolo, yo he jugado en la era de mi abuela toda la vida, donde había muchas chumberas. Ahora las cochinillas las están destrozando y como está catalogada como especie invasora, no están haciendo nada para protegerla. Yo la considero patrimonio de Almería”, por lo bien que se mimetiza en el árido paraje almeriense y por la dulzura de su fruto: “Todos los niños hemos comido chumbos y nos han encantado. Incluso en nuestro lenguaje popular está esta planta, ¿quién no ha escuchado eso de vete a cagar a las pencas?”, indica en tono de sorna y cargado de razón.

Un disfraz inigualable. Un disfraz inigualable.

Un disfraz inigualable.

Cuando cruza la meta, las pulsaciones y la adrenalina todavía no bajan para el ejidense. Un corredor popular echa su camiseta de la suerte y sus cómodos pantalones a la lavadora; Diego lo tiene un poco más complicado. “El traje lo dejo a la intemperie para que le dé el aire que se ventile. Éste ha sido tan complicado que al final de las carreras tengo que arreglarlo porque se me han partido hojas, sarmientos... Tanto traqueteo al final pasa factura”, más que las agujetas. Eso sí, pocos geles o bebidas isotónicas recuperan tan bien como una buena caja de chumbos.

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