Feria

Mando a los pájaros que callen

  • A Almería llegaron cinco monjas toledanas de la Purísima Concepción a habitar el convento fundado en junio de 1515, tras firmar las escrituras de las fincas donadas por Gutierre de Cárdenas

OCUPADAS las torres y huertas de tres moros principales y acondicionadas estas en capilla, celdas, refectorio, salas de labor y Capitular, almacenes, enfermería y torno, comenzó su día a día tras los muros clausura. Transcurridas cinco centurias, cobra valor histórico la filiación de aquellas primeras moradoras, antecesoras de quienes acaban de celebrar su Vº centenario almeriense dedicadas a la oración, trabajo y vida contemplativa. Francisco Jover Tovar (1855-1922), ateniéndose a los Anales Franciscanos, hizo una somera semblanza de las cinco. Ahora, con algunas añadidos, retomamos al erudito cronista de la ciudad

-Sor María Guzmán vino como novicia desde Torrijos y profesó en este convento. Está citada en el Martirologio por el cronista Fray Artero y por el analista de la Orden

-Sor María de los Robles y de la Columna, que vivió en el siglo casada con el alcalde Mayor de la Puebla de Montalbán, de quien quedó viuda con un hijo. Tomó el hábito en Torrijos, viniendo a esta como fundadora; el cual gobernó durante 25 años como vicaria. Era mujer muy humilde y falleció en 1566, a los 70 años de edad.

-Sor María de Morales que también había profesado en Torrijos, moró en este monasterio y vivió hasta 1568, falleciendo a los 65 años de edad

-Sor María de la Asunción era de una honestidad tan extraordinaria que incluso, dicen, se ¡negó a que ningún médico le tomara el puso!

-Sor María de San Juan. Precedida de la fundadora de la Orden, santa Beatriz de Silva, y de la viuda de Gutierre de Cárdenas, Teresa Enríquez, ocupa la tercera en importancia en cuanto a la cronología del convento capitalino. Hija de Juan Bañares, desde su más tierna edad demostró una gran piedad, repartiendo sus ropas con los pobres. Profesa en Torrijos conoció a Teresa Enríquez y le cobró tanta afición que todo lo hacía consultándola. Durante el viaje a Almería la acompañó en su litera y al llegar fue su primera abadesa. La fama de sus virtudes y sabiduría fue muy grande; aumentándose en ésta por las muchas limosnas que repartía. Hasta el punto de llegar noticias a la Corte y merecer la extraordinaria distinción de que la emperatriz (Isabel de Portugal), madre de Felipe II, le enviara desde Valladolid las primeras ropas que había de llevar este recién nacido (mayo, 1527), para que las hiciera de encajes. Está enterrada en la Capilla Real de la Catedral de Granada.

El duque de Veragüa, a su paso para Orán, la consultó sobre su empresa; así como el conde de Alcaudete, dando a ambos valiosos consejos y prevenciones y prediciéndole a éste su derrota. Los condes de Berlanga, y tantos otros, consultaban con ella desde la Corte dado su extraordinario prestigio. La cita fray Arturo Daza en "Historia de San Juan de la Cruz", de quien era amiga y corresponsal.

Durante el extenso mandato que concluyó con su fallecimiento en 1565, a los 74 años, Almería sufrió el violento terremoto de 22-IX-1522 que no dejó piedra sobre piedra. Destruyó los edificios principales, incluida la vieja Catedral de la Almedina, y afectó muy seriamente a la Alcazaba lo que obligó a Carlos Iº a su reparación integral. Asimismo arruinó el convento, lo que llevó a alzarlo de nueva planta en la casi totalidad de su perímetro. Cuenta la tradición que de entonces es el primer milagro atribuido a la abadesa: quedó aprisionada entre dos gruesos muros, rodeada de escombros, cogida de la mano de la niña María Santiago, y ambas se salvaron. Al parecer, esta gitanita tomó el hábito Concepcionista. El segundo es más pastoril y bucólico, menos trágico: mandaba callar -y estos obedecían- a los pajarillos que anidaban en los árboles del claustro y que con sus trinos distraían los rezos de las hermanas en el coro y capilla.

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