Un año en ciernes

Un año en ciernes / Juan Antonio Muñoz Muñoz

Los años, tan señalados su comienzo y final, pudieran no necesitar de cuidados, como este arbusto en ciernes, entre matorrales que no se levantan del suelo, asistido con maceta, tierra propicia, agua para el turno de riego y una improvisada malla que proteja ante la desaprensión. Sin embargo, los años, con las caducas hojas del almanaque, requieren asimismo miramiento, ya que el tiempo no es neutro, ni está vacío, ni es hueco. Y aunque se diga, ante la abulia, que hay que ocupar el tiempo y sacarle partido, no debe entenderse que el paso de los días, por más que no se les encuentre el afán, dejará sin efectos su curso. Razón por la que interesa enderezar los días, como las estacas que mantienen derechos los troncos en su crecimiento, a fin de predisponer, atinadamente, las resoluciones del tiempo. Acaso tenga esto que ver con el protocolo de las buenas intenciones que saludan la entrada de los años, pero más conviene a las expectativas el juicio sensato que los propósitos engañosos, no redimidos por la sensatez del realismo. Un año en ciernes, en fin, no es sino una excusa, por la convención del reparto del tiempo, para vérselas con los días y sacarles el genuino provecho que sostiene las ganas de vivir, de cumplir años.

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