L a libertad de expresión debe prevalecer en los contextos de contienda política, pero este derecho fundamental que recoge la Constitución acaba, como justamente se argumenta, cuando empiezan los del otro. Decidir cuál prevalece en las letrillas de un rapero y sus comentarios en redes sociales sobre la ausencia de honorabilidad de la Corona puede entrañar discusión política y legal, que no violenta, pero alentar a pegarle un tiro de gracia a cualquier persona eso no es libertad de expresión. Es camuflarla, desvirtuarla y degradarla bajo una consigna engañosa de ideología política. ¿Qué pasaría si el tiro en la nuca fuera para las mujeres abanderadas del feminismo? ¿Aguantarían los dogmáticos la defensa de libertad de expresión escudada en diferencias ideológicas? ¿Es libertad de expresión la que defiende el rapero cuando golpeó a un periodista en una rueda de prensa? ¿Lo es alentar a la violencia callejera con manifestaciones destructivas? A Echenique debieran pesarle estos adoquines e incluso el daño físico de la mujer que ha perdido un ojo en la carga policial.

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