Tengo una amiga que me llama d. optimismo y eso que, me permito recordar, empecé a publicar columnas en Diario de Almería en plena crisis. Me refiero a la anterior (al final alguien pensará que soy gafe y es que voy de crisis en crisis). Sucede, no obstante, que el optimismo tiene muy mala fama en España desde toda aquella historia del optimismo antropológico del presidente Zapatero. Bien, aquí estamos de nuevo, y quiero ser optimista. No a la manera del expresidente, ni con la excitación de las canciones de las siete y cinco en los balcones. Esas canciones las sitúo en mi artículo de la semana pasada, el que hablaba de estar todos atrapados en un túnel. Pero cuando salgamos del túnel, y el vecino que pone a la Pantoja después de los aplausos trasmute de solidario a hortera, hará falta optimismo. Uno al estilo de lo que Kahneman llama economía del comportamiento. Viene a decir que cuando el barco se hunde no hay que resignarse a morir, ni quedarte en tu camarote discutiendo y repitiendo la odiosa frase del "ya te dije yo que". Es mucho mejor seguir las instrucciones del capitán. Siempre que no sea el mismo de la película La aventura del Poseidón, claro.

El capitán que guie la nave de la recuperación encontrará con un país que ya no es el mismo. No porque vayamos a ser mejores, más teletrabajadores, ecológicos, veganos, solidarios y amantes de los animales. No. Eso viene a ser a esta crisis lo que a la anterior fue aquella frase de saldremos con un cambio de modelo económico. ¿Se acuerdan, verdad? Encontrará un país que no es el mismo porque se apaga la confianza en que la recuperación será en V, de victoria. Ya andamos por se parecerá más al símbolo de Nike, aunque supongo que unas nikes de segunda mano, visto como está el problemilla de la deuda pública.

El capitán encontrará una provincia como la nuestra, Almería, que en mi opinión y gracias a la Agricultura será, a diferencia de 2008, de las que mejor salga. Pero servimos de ejemplo. Los ERTEs de fuerza mayor, aquella buena idea de suspender contratos mientras dure el estado de alarma, empiezan a ser sustituidos en las mismas empresas por nuevos ERTEs por circunstancias económicas. ¿Diferencia? Estos no acaban con el final del estado de alarma, acaban cuando el empresario cree haberse recuperado. Y lo que esos empresarios están viendo es que, al día siguiente del final del estado de alarma no tendrá la capacidad de emplear a todos los trabajadores que tenía antes. ¿El bar de mi calle podrá seguir con sus seis camareros si ni siquiera sabe cuántos cabremos en él? Mal presagio.

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