República de las Letras

Carnaval, carnaval

La foto del marinero besando a la enfermera en París tras el anuncio del final de la guerra lo dice todo

E N los Estados Unidos han vacunado a dos millones de personas en veinticuatro horas. Para el verano, las autoridades sanitarias norteamericanas tienen previsto vacunar a toda la población, 328'2 millones de personas (dato de 2019). En el Reino Unido, nada más salir la vacuna de Oxford, vacunaron a un millón de personas en una semana. Así que ya sabemos dónde están las vacunas que faltan en España. A dónde han ido las vacunas contratadas por España y la Unión Europea y que los laboratorios farmacéuticos que las producen han regateado y desviado, retrasado y escamoteado para atender otros mercados de más enjundia. Es el mercado, señores, que dijo el delfín de Aznar, Rodrigo Rato, ese sujeto condenado a cuatro años de cárcel por el asunto de las tarjetas black que ha salido libre ahora, cumplidos apenas dos y sin haber devuelto el dinero. Mientras, la Junta de Andalucía, ante la presión de la patronal hostelera y de las asociaciones de comerciantes ha abierto la mano para el día de San Valentín y los carnavales, tropezando por tercera vez en la misma piedra económica la lucha contra la progresión de la pandemia, tras el verano y la Navidad. Las próximas semanas veremos los contagiados, ingresados en ucis y muertos que eso nos cuesta. Mientras no nos toque… El pasado fin de semana se han vuelto a llenar los paseos marítimos, los parques, las playas y los bares de gente y de coches. Es natural que en cuanto la calamidad general o pública afloja o cesa, la gente quiera vivir, quiera recuperar el tiempo perdido durante las restricciones. Mis padres recordaban cómo en su juventud, en los años 40, a pesar del hambre y la dictadura franquista, había un ánimo muy extendido de aprovechar cada momento, de reír, de ganas de música y baile, de vivir. Había pasado la Guerra Civil y acababa en aquel entonces la II Guerra Mundial. La foto del marinero besando a la enfermera en París tras el anuncio del final de la guerra lo dice todo. Estos dos días de sol y cielo azul, de buen tiempo, de gente por todas partes, de terrazas llenas, me han recordado aquello, aunque no fuese yo personalmente quien lo viviera. Por unos momentos hemos vuelto a aquellos felices tiempos en que uno era libre para salir a la calle sin restricciones. Recemos para que los americanos y los ingleses se vacunen pronto y podamos vacunarnos nosotros con las dosis que les sobren. Es el mercado, dijo aquel.

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