El año pasado escribí en este Diario un artículo titulado Carta a Gallardón donde le aconsejaba que no legislase para los Talibanes de su partido sino para La Humanidad.

Las únicas que moralmente tienen derecho a decidir sobre el aborto son las mujeres en situación de poder procrear. Ni los hombres, ni las monjas, ni los obispos, los cuales, se asume, no tienen experiencia ni en la actividad sexual ni en sus consecuencias, económicas, sociales, tienen derecho a opinar.

La Libertad responsabiliza y dignifica al ser humano. Confíe, Sr Ministro, en la sensatez y buen criterio de las mujeres. Ninguna tomaría a la ligera la decisión de abortar, llevan en su adn el instinto maternal, la Ternura, el Amor.

En el año 306 Constantino, El Grande, hereda, de su padre, la corona de laureles del Imperio Romano, parte oeste. Fue proclamado en la ciudad de York, famosa por el jamón cocido.

Con ejército inferior vence al rebelde Maxencio en 312. Se le aparece una cruz luminosa, símbolo de los Cristianos, antes de la batalla. ¿una visión? ¿un sueño? ¿una manipulación política para ganarse el apoyo de los Cristianos en un pueblo dividido por la guerra civil? Este apoyo lo consigue con el Edicto de Milán del 313 que despenaliza el Cristianismo.

En el 324, con ejército inferior derrota a Licinio, emperador de Oriente y consigue la unidad del Imperio. Bizancio deviene Constantinopla. Hereda un sector donde radican las siete famosas Iglesias de Oriente. En Alejandría hay un obispo, Arius que niega La Trinidad, amenazando la unidad de la Iglesia que Constantino manipula como aglutinante político. En el 325 convoca el concilio de Nicea, hay pocos obispos Europeos. Es sin embargo un Cordobés quien impone su Credo. Un canto a la Trinidad con el cual, hasta el día de hoy, oran los Cristianos.

En ese concilio Arius es derrotado, la unidad del Imperio se mantiene, Constantino tiene vía libre y da a la Iglesia una estructura administrativa basada en la del Imperio. Donde hay un Gobernador Romano nombra un obispo y le asigna un salario. Es decir compra la Iglesia que desde entonces se ha adosado siempre al poder político. La simbiosis es constante y permanente.

Constato que como Constantino El Grande se apoya usted en la Iglesia. Entonces los Cristianos ofrecían algo nuevo, la compasión. La retrograda filosofía de la clique del Cardenal Rouco que usted suscribe es nefasta, es medieval.

Usted, “Constantino El Pequeño” intenta, robusteciendo la simbiosis, conseguir los laureles, la “Corona Imperial”, del mismo modo.

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