Cascada de sentimientos encontrados

Uno, que se ha dedicado a la enseñanza, está rodeado de personas que son protagonistas de los recuerdos

Será porque me estoy haciendo mayor (por no decir viejo), pero cada vez soy más emotivo, tal vez sentimental; pero me afectan mucho las alegrías y las penas. Por supuesto que en primer lugar van los hechos que tocan a mi índole familiar. Pero no me afectan solo esos. En estos momentos que estoy viviendo es cuando más salen a flote experiencias de mi pasado ámbito profesional. Y uno que se ha dedicado a la enseñanza casi toda su vida activa está rodeado de personas, muchas personas, y son ellas las protagonistas de mis recuerdos. Personas que cuando tuvieron relación directa conmigo eran un sí es no es adolescentes y que de algún modo llevan algo de mí en sus vidas. Curiosamente las que más recuerdo son aquellos jóvenes que fueron alumnos míos en mis primeros años de docente. Después viene como un gran vacío y luego también recuerdo los de mis últimos años de actividad. Y la vida da muchas vueltas, pero en estas dos últimas semanas parece que el destino se ha puesto de acuerdo para permitirme contactar personalmente con algunas de las más antiguas. Me ha dado la posibilidad de vivir alegrías y penas. Por una parte, quedé para celebrar la fiesta del vino de Gójar con un grupo, no numeroso, pero sí muy activo. Los que hayan vivido situaciones semejantes podrán entender la alegría que todos experimentamos, de qué modo se rememoraban los recuerdos compartidos, de qué manera me alegré de que la vida los haya tratado después, supongo que por sus propios méritos, de una manera más que benévola. Las horas se pasaron volando y, por supuesto, quedamos en vernos en el mismo sitio y a la misma hora un año después. Pero no todo han sido alegrías. Porque estos recuerdos se empañaron de tristeza al recibir la noticia de la muerte de una de aquellas alumnas, Ana María, de hace más de cuarenta años. Fue un impacto muy negativo. Cuando nos encontramos en una edad que ya no es “peligrosa para nuestros padres” y sí es peligrosa para nosotros no es de extrañar el fallecimiento de alguno de los que fueron compañeros de profesión. Es lo natural que vayamos desapareciendo del mapa los que hayamos acumulado, si no experiencias, sí muchos años. Es la vida. Pero vivir la muerte de aquellos que alguna vez fueron amigos nuestros y que estaban destinados a sucedernos, es algo que embota el ánimo. Y eso es lo que sentí hace una semana. Espero no volver a vivir esos momentos. Antiguos alumnos, por favor, no nos hagáis esto.

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