Colón sin cabeza

Los levantamientos sociales pierden su razón de ser si alteran sus propósitos con un rencor histórico a destiempo

La muerte de un ciudadano estadounidense de origen afroamericano, en Mineápolis, mientras era arrestado por cuatro policías, además de manifestaciones y rechazos públicos al racismo, la xenofobia y la brutalidad policial, ha desencadenado una violencia histórica, aunque la expresión pueda resultar tan impropia como la de la emparentada memoria histórica. En Richmond, una ciudad del estado de Virginia, los manifestantes han buscado desahogo con las estaturas de los que se tienen como supremacistas y esclavistas. Y la de Cristóbal Colón, en un parque de esa ciudad, fue derribada, incendiada y arrojada a un lago. Tiempo atrás, en otras grandes ciudades, como Los Ángeles y Boston, estatuas de Colón resultaron asimismo destruidas o decapitadas como ajusticiamiento que también parece histórico. Puesto que el Ministerio del Tiempo no deja de ser una ficción -ni en Norteamérica esta producción española tendrá mucha audiencia-, la historia no tiene esa singular vuelta atrás que pudiera acomodarla a otro derrotero alternativo a conveniencia. O a que los hechos se desencadenen no con los modos y maneras de su tiempo propio, sino del mucho tiempo posterior, en un asincronismo característico. De modo que se juzguen e interpreten acontecimientos de hace siglos con los patrones de hogaño. Cuando, además, tales modelos o normas, dígase también estándares, son poco compartidos por mor del relativismo. Parejo al de la furibunda reacción a destiempo es el mal de la manifiesta incoherencia. Señalar a Cristóbal Colón, por su ejecutoria en el siglo XV, lleva a bastante más tiempo atrás que hacerlo con el 7º regimiento de caballería del ejército de los Estados Unidos, a las órdenes del coronel Custer, cuando, cerca del último tercio del XIX, arrasó en ocasiones asentamientos de indios sioux, cheyennes, arapahoes o lakotas, donde solían quedar niños, mujeres y ancianos. La memoria histórica, esa misma, trajo una ficción idealizada, Murieron con las botas puestas, del regimiento que llevó a cabo masacres como las del 29 de diciembre de 1890, en una reserva india del estado de Dakota del Sur. Por no entrar en detalles de las tropelías de los colonos con los indios y el régimen de esclavitud de estos. De ahí que tales levantamientos sociales contemporáneos pierdan su razón de ser cuando no buscan la justicia, la depuración de responsabilidades y el orden social necesario, sino que instrumentalizan tan laudables propósitos con un rencor histórico a destiempo.

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