Cultivemos nuestro jardín

Ni todo sucede para bien ni este es el mejor de los mundos posibles, como sostiene un optimismo filosófico

Afirmar , en estos tiempos de pandemia y guerra, que todo sucede para bien, en este mejor de los mundos posibles, no deja de ser una muestra de inocente, ingenuo y hasta terco optimismo. La filosofía se ha valido en ocasiones de este último para formular cosmovisiones que parecen ilusas, aunque se sostengan en algunas elucubraciones y premisas. Voltaire, que también era filósofo ilustrado, se valió de la ironía sardónica para poner en solfa el optimismo filosófico y, aunque la firmó con seudónimo, en 1759, su obra Cándido relata sucesivos infortunios ante los que no decae el perseverante optimismo de otro filósofo, Pangloss, tutor del protagonista. Acompañaba también a Cándido un criado, Cacambo, que, ante las reiteradas referencias al optimismo en el suceder de hechos infaustos, preguntó a su amo: «¿Qué es el optimismo?». Sin que la respuesta se hiciera esperar: «No es otra cosa -replicó Cándido- que el empeño en sostener que todo es magnífico cuando todo es pésimo?».

Los sarcasmos volterianos del siglo XVIII no encuentran razones para atenuar su mordacidad en estas primeras décadas del XXI, porque se aplican a una condición imperecedera. Martín, un sabio en cuya vida se había reunido un sinfín de desgracias -por eso lo eligió Cándido como compañero de viaje-, confía poco en la naturaleza humana. Preguntado fue de este modo por Cándido: «Vos creéis que los hombres se han liquidado siempre como lo hacen ahora, que hayan sido siempre mentirosos, bellacos, pérfidos, ingratos, bandidos, débiles, veleidosos, ruines, envidiosos, glotones, borrachos, avaros, ambiciosos, sanguinarios, calumniadores, disolutos, fanáticos, hipócritas y tontos?». Respondió Martín que "con seguridad" y formuló esta otra pregunta a Cándido: «Vos creéis que los gavilanes han comido siempre a las palomas», para que también este lo confirmara como natural. Tras lo que Martín sostiene que, si los gavilanes han tenido siempre el mismo carácter, qué lleva a pensar que los hombres hayan reformado el suyo. A lo que Cándido, razonando en un paseo con Martín, replicó que había mucha diferencia, por razón del libre albedrío.

Sin que, con ello, tampoco el mundo del momento fuera el mejor de los posibles. Si acaso, solo cabría procurarlo, de algún modo, con la dedicación que, asimismo como lección filosófica, ocupa a Cándido al final de su viaje: "Todo está muy bien, pero cultivemos nuestro jardín".

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios