érika lleva unos meses rara, muy rara. De ser una niña muy alegre y extrovertida, ha pasado a tener cambios terribles de humor. Sus amigas no entienden lo que le pasa. Llora sin venir a cuento, se enfada, luego hace como si no pasara nada… Un día, Érika explota. Su propio tío le toca donde no debe y le obliga a determinados actos sexuales. Sus amigas, totalmente escandalizadas, se lo dicen al tutor del grupo sin que la víctima lo sepa. Sienten que tienen que ayudarle. El tutor, a su vez, se lo comunica a la directora, que tras hablar con la víctima abre de inmediato el protocolo de acoso sexual. En un par de días, aparecen en la escuela cuatro familiares de la niña. Exigen, de muy malos modos, hablar con la directora. A puerta cerrada, le gritan, intimidan y amenazan, diciéndole que todo esto es una vergüenza para su familia, que son fantasías de la niña y que "quién le manda a usted meter las narices donde no le llaman". Desde ese día, la directora no ha abierto ningún otro protocolo de acoso. Dice todo el tiempo que "habría que estar muy seguro para iniciarlo". Lo que describo en el párrafo anterior es una historia real, sucedida en un centro educativo. Es solo un ejemplo de lo que podemos llamar "acoso sexual de segundo orden", o acoso hacia quienes defienden a las víctimas, hasta conseguir neutralizarlas, en muchas ocasiones. Este concepto, bastante conocido en la literatura científica a nivel internacional, lleva años siendo investigado por Ramón Flecha y el grupo CREA, de la Universidad de Barcelona. Gracias a sus estudios e informes han conseguido que se promulgue una ley en Cataluña que defiende a quienes tienen la valentía de apoyar a las víctimas.

Si de verdad queremos una sociedad que se implique contra la violencia de género y contra todas las formas de violencia, con personas que sean capaces de condenar y denunciar el acoso sexual allá donde se produzca, necesitamos garantizar que éstas se sientan apoyadas incondicionalmente por la ley, con toda una serie de medidas que garanticen su protección. Necesitamos más investigaciones valientes, como la citada, que supuso campañas de desprestigio y presiones de todo tipo, tanto para las víctimas como para el propio grupo de investigación. Necesitamos también que esa norma no quede solo en Cataluña, sino que se extienda a todo el territorio nacional. Hay que defender a quienes defienden.

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